martes, 13 de mayo de 2025

El enigma de los sardos

 

Mucho se ha publicado en los últimos años sobre la excepcional longevidad de los sardos, comunidad de la Italia insular, que capta la atención mundial debido a su alta concentración de población centenaria y al promedio de vida por sobre los 83 años, hecho que contrasta con el contexto mundial, marcado por el aumento de enfermedades cardíacas y trastornos alimentarios. El secreto de los sardos radica en las bondades de la dieta mediterránea de cultivo propio y sin preservantes, destacando el consumo de productos frescos o producidos artesanalmente: leche, quesos, frutas, verduras, legumbres, pescado, aceite de oliva y vino tinto, fuente de nutrientes, antioxidantes y grasas saludables que protegen el corazón y reducen riesgo de cánceres. El estilo de vida activo, inalterado a lo largo de los siglos, con caminatas diarias prolongadas por terrenos montañosos (lo que hoy llamamos trekking) y una fuerte cohesión social, profundizadas en redes familiares y comunitarias, fomentan el bienestar emocional y complementan la fórmula del buen vivir de las gentes de Cerdeña.

El enigma de los sardos, sin embargo, no se limita exclusivamente a los beneficios de la vida comunitaria, de la actividad física o la alimentación saludable, el propio origen de esta nación (distinta al conjunto de italianos) y que ha variado levemente desde los primeros ancestros neolíticos, hunde raíces en las profundas brumas de la historia europea y mediterránea, siendo la temprana civilización nurágica (1800 al 1100 a.C.) una de las más prolíficas y asombrosas del periodo megalítico, dejando vestigios por toda la isla en sus extensos 24.000 km² (la segunda mayor del Mediterráneo, detrás de Sicilia) en las más de 7.000 colosales torres de piedra de -en promedio- 20 metros de altura, construidas sin mortero y con piedras de hasta 30 toneladas: las famosas nuragas, utilizadas para fines rituales, funerarios, agrícolas, astronómicos y sociales, erigidas en perfecta alineación con la salida y el ocaso del sol durante los solsticios de invierno y verano, un prodigio astronómico que refleja los avanzados conocimientos de ingeniería y organización comunitaria en la Cerdeña pre-romana, fuertemente vinculada con el enigma y los constructores de Stonehenge (Inglaterra), del asentamiento de Çatalhöyük (Turquía) o los templos de Ġgantija y Mnajdra en Malta.

Nuraga de Isili, localidad al sur de Cerdeña.

En efecto, los sardos, si bien romanizados/latinizados desde el siglo III a.C. e italianizados en el siglo XVIII por la Casa de Saboya (Piamonte), poseen una identidad étnica y cultural ancestral distinta al resto de italianos, siendo al día de hoy la población europea más cercana genéticamente a los primeros agricultores neolíticos, provenientes de Anatolia (región central de la actual Turquía) que arribaron a la isla hacia el 6.000 a.C., una contribución genética relevante y considerablemente superior a la del resto de poblaciones euroasiáticas (78% aprox. del ADN sardo versus el 52% en italianos, 52% en españoles, 56% en vascos, 54% en griegos, 62% en albaneses, 48% en búlgaros, 47% en franceses, 45% en ingleses, 40% en alemanes, 33% en suecos, 40% en irlandeses, 38% en turcos, 28% en ucranianos, 19% en iraníes, 40% en sirios/libaneses y 46% en judíos askenazíes, según los más recientes estudios), producto del relativo aislamiento geográfico y particular topografía de la isla, hecho que limitó los influjos genéticos de otras naciones, pese a que Cerdeña fue siempre partícipe en los eventos civilizatorios del Mediterráneo: tuvieron contacto cultural y dominio político sobre ella fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, bizantinos, sarracenos (musulmanes), genoveses, la Corona Española, la Casa de Saboya y el Reino de Italia.

Familia, cultura, religión, oficio, espiritualidad, folclore, alimentación sana, sustentabilidad, tranquilidad, contemplación, paz mental, orden, felicidad, labranza, amistad, empatía, buena vida y buena mesa son cualidades venerables que marcan el día a día del común de los sardos, prolongando a conciencia el legado ancestral de los primeros agricultores europeos: astrónomos, médicos, naturalistas y magos, buenos conocedores de los ciclos astrales, ecológicos y humanos. Una cultura y cosmovisión arraigada en la armonía con la naturaleza, la comunidad y las tradiciones, que durante milenios forjó una pétrea estabilidad, adaptándose a los cambios epocales. Tal como describiera hace más de un siglo el novelista británico D.H. Lawrence, quien dedicara una obra completa a la isla: "Aquella tierra no se asemeja a ningún otro lugar. Cerdeña es algo diferente. Espacios encantadores y distancias por recorrer; nada terminado, nada definitivo. Es como la propia libertad", el enigma de los sardos conecta con los orígenes austeros de Europa y retrotrae al encanto original de la humanidad civilizada.

Mujeres locales vestidas con el tradicional gonnellino sardo.

viernes, 2 de mayo de 2025

La virtud del orden


Sostuvo el pensador chino Mencio hacia el siglo tercero antes de Cristo que "el orden del mundo comienza con por orden de las familias y el orden de las familias comienza por el orden de uno mismo", una invitación a la autodisciplina y la estructura que resuena con otras como "quien no ordena su alma con virtud y conocimiento, no puede ordenar su hogar, y sin un hogar ordenado, la comunidad cae en desorden." (Al-Ghazali) o "la rectitud del hombre en su interior establece la justicia en su familia, y la justicia en las familias construye la armonía del Estado" (Averroes).

En toda época, la virtud del orden ha sido el cimiento fundamental que sostiene sociedades prósperas y armoniosas. El orden en la Antigua Roma, fue considerado indispensable para mantener el control de las legiones, la organización del imperio, el respeto por la lex y la jerarquía social; cabe recordar que todo soldado era además un ingeniero civil, constructor de campamentos militares, navíos, catapultas, puentes, caminos, calzadas y acueductos, muchos de los cuales se mantienen vigentes hasta hoy en día como testimonio de su alto orden civilizacional. En el antiguo Egipto, la virtud del orden fue encarnada por la diosa Ma'at, representación de la armonía, el equilibrio y la justicia cósmica, principios esenciales a ser replicados en la sociedad y la vida personal, guiando las acciones íntegras del faraón y de los ciudadanos. Su opuesto, Isfet, "el caos", representaba en cambio todo lo despreciable para aquella sociedad: la injusticia, la inmoralidad, el desorden. Vivir según Ma'at aseguraba estabilidad y prosperidad en esta vida y en la otra.

Para el mundo cristiano, el orden es indisociable de Dios, su propia manifestación. Sostuvo San Agustín de Hipona en De Civitate Dei y De Ordine que "todo lo creado tiene un propósito dentro del plan divino"; "el universo está ordenado jerárquicamente: Dios como fuente de todo orden, seguido por los ángeles, los seres humanos y las demás criaturas"; "el pecado introduce el desorden y la gracia divina lo restaura". Aristotélico y escolástico, Santo Tomás de Aquino distinguió entre el orden natural (las leyes cósmicas) y el moral (las acciones humanas orientadas al bien común), menciona también la jerarquía del ser: "desde Dios (el ser perfecto) hasta la materia inanimada, cada ser actúa según su naturaleza para mantener la armonía universal"; "el desorden surge cuando las criaturas se desvían de su fin natural, pero la naturaleza divina siempre dirige todo hacia el bien último".

Reza un viejo dicho alemán que "el orden es la mitad de la vida", "el alma de los negocios" clama la cultura hispánica, que también popularizó la frase: "cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa""Seiri, seiton, seiso, seiketsu, shitsuke" (Clasificar, ordenar, limpiar, estandarizar, disciplinar), es el clásico 5S de la cultura industrial japonesa: visión metodológica que fomenta la organización, la productividad, la eficiencia, la seguridad y la calidad en el buen trabajo. De lo anterior, podemos concluir que el orden es una disposición mental y espiritual, indispensable para orientar y reorientar la vida, trabajar con disciplina, desprenderse de lo innecesario, encontrar el equilibrio y procurar el buen vivir en sociedad y que independiente de las culturas y de las épocas, donde miremos, el orden ha sido destacado como virtud práctica y un hábito vital que cultiva la serenidad y el propósito, es la esencia misma detrás de la belleza, la justicia, la paz, la armonía, la satisfacción y el éxito.

lunes, 21 de abril de 2025

Francisco, el Papa universal

 

Hoy el mundo católico llora la partida de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, último representante de Pedro y Pontifex Máximus de la Iglesia en los últimos 12 años. En un mundo manifiestamente alejado de Dios y donde la preocupación por el prójimo es cada vez más singular, la humanidad y cercanía del Papa Francisco nos remitió fielmente al ministerio de Jesús: su consagración por los pobres y oprimidos del planeta.

Cuatro encíclicas redactadas durante su pontificado, desnudan las preocupaciones y el alma de Francisco: Lumen Fidei (2013) -redactada junto al anterior Papa, Benedicto XVI- explora la importancia de la fe en la existencia humana y su rol frente al relativismo moderno. Laudato Si' (2015), inspirada en el mensaje de San Francisco de Asís, promueve la protección del medio ambiente, la justicia social y la dignidad de los pobres. Fratelli Tutti (2020) se enfoca en la amistad cívica, resaltando valores como el ecumenismo religioso y Dilexit Nos (2024) invita a revalorizar el mensaje de Cristo como fuente de amor y compasión en un mundo marcado por las guerras, las desigualdades económicas y el egoísmo.

Al igual que Cristo, Francisco devolvió la fe a muchos y trajo de vuelta a miles de católicos a su religión (me incluyo entre los últimos), también tuvo numerosos detractores, algunos de los cuales lo tildaron cómiosamente de "Papa socialista", "justicialista/peronista", "populista", "progresista" y hasta "marxista", reflejando en su aguda ignorancia el desconocimiento de la dimensión espiritual del cristianismo, que prevalece sobre todo el conjunto de ideologías laicas y las antecede en no menos de 17 siglos, profundizando en valores como la dignidad humana (el cristianismo surgió de cara a prácticas como la esclavitud, recién abolida hacia los siglos XIX y XX), la libertad, la igualdad, la misericordia, el perdón, la humildad, la justicia, la solidaridad, la esperanza, la paz, la obediencia y el servicio.

Ciertamente, Francisco no tuvo el carisma de Juan Pablo II, pero a diferencia de este estuvo máxime comprometido con limpiar y reformar a la Iglesia Católica de sus vicios morales y estructurales (escándalos sexuales, finanzas vaticanas, reformas doctrinales...) al punto de ganarse cuantiosos enemigos internos como el polémico arzobispo Viganò. Amigo de los humildes, enemigo de las injusticias, defendió hasta el último aliento a Palestina, siendo uno de los pocos gobernantes occidentales en llamar al genocidio de Gaza por su nombre. Futbolero, maradoniano, apasionado por la obra de Borges, Dostoievski y el Martín Fierro de José Hernández, nuestro primer Papa latinoamericano, humano al fin y al cabo. 

Gracias por tanto Papa Francisco!

jueves, 17 de abril de 2025

Cui bono?

 
Cui bono? (¿quién se beneficia?) es lo primero que se pregunta e indaga una persona inteligente antes de rasgar vestiduras o repetir como cotorra y con nulo razonamiento lo que otros le inducen a pensar.

Los juristas y filósofos de la Antigua Roma, fueron los primeros en acuñar la frase, siendo el destacado orador y helenista Marco Tulio Cicerón quien la legó a la posteridad como lens crítica y herramienta fundamental para el análisis de la política y de la justicia. En tiempos de Cicerón, esta simple pregunta fue crucial para desenmascarar las conspiraciones y manipulaciones propias de la República Romana (lo cual terminó costándole la vida), resuena hoy en el estudio de la filosofía política, de la realpolitik y la geopolítica, en el análisis de la ética pública y en investigaciones criminales y forenses, invitando a meditar sobre los verdaderos intereses detrás de las acciones humanas.

En plena era de la sobreabundancia informativa, donde las fake news, el pensamiento único y la manipulación mediática dictan la norma, el análisis de "cui bono?" se presenta como un arte complejo. Un examen crítico de los intereses ocultos tras la información es vital para discernir la verdad entre tanta desinformación. La prensa independiente, a menudo más comprometida con la ética periodística, contrasta en este sentido con los grandes medios de comunicación, sujetos a intereses corporativos transnacionales. Esto quedó de manifiesto de manera grotesca con la persecución a Wikileaks en 2010, y la consiguiente detención de Julian Assange, quien enfrentó severas consecuencias por develar verdades incómodas, que comprometían a gobiernos inicuos como el de la administración Obama.

Hoy más que nunca, resulta fundamental promover y salvaguardar el periodismo independiente, puesto que su rol es esencial para el fortalecimiento de la democracia, garantizando que la ciudadanía tenga acceso a información veraz y crítica, que desafíe las narrativas oficiales y contribuya a un debate público informado.

lunes, 14 de abril de 2025

"Estados unidos no necesita aranceles, necesita una revolución"



La Guerra Arancelaria 2.0 de Donald Trump contra China y el resto del planeta, no puede menos que generar reproche y enfado en las personas conscientes del globo, que destacan la inconsecuencia de origen de la política proteccionista y su calculada afrenta contra la libertad de los mercados y las cadenas de suministro, en el trasfondo de un Estados Unidos que ha perdido competitividad global y es apenas algo más que una sombra de aquel país potentado que hace sólo unas décadas logró imponer pautas económicas universales como el Plan Marshall, el acuerdo de Bretton Woods o el Consenso de Washington.

Bajo este contexto, cibernautas y tiktokers chinos se han tomado el protagonismo en los últimos días con denuncias y críticas ácidas en sus canales, algunos develando -por ejemplo- el valor de producción en China de cientos de productos de lujo versus el precio de venta en Occidente (sujeto a la simple impresión de una etiqueta o marca) entre 30 a 600 veces superior, otros como el influencer @neil778027 tildan de estafadores a la clase política y oligárquica estadounidense, que por mero cálculo económico movieron las industrias a China, hipotecando el futuro de los trabajadores locales, abandonándolos a su suerte, hasta transmutarse progresivamente en una sociedad degradada de "gordos, adictos y pobres"

Mientras China aprovechó el empujón de ser "la maquila del planeta" para sacar a millones de ciudadanos de la pobreza e invertir en infraestructura, Estados Unidos se enfrascó en guerras interminables en países como Irak, Afganistán, Siria, Libia o Yemen, para beneficio directo de los plutócratas clientelistas de Washington y el complejo militar-industrial, cuyo lobby es transversal a los gobiernos demócratas y republicanos. Por todo lo anterior remata el tiktoker chino: Estados Unidos no necesita aranceles para salir del pantano, necesita una revolución, despertar, desengañarse.

domingo, 30 de marzo de 2025

Oda al bravo pueblo yemení


Yemen, baluarte histórico del mundo árabe, cuna del comercio global, allá donde las grandes rutas tuvieron su génesis, conectando las copiosas caravanas provenientes de la Arabia profunda, el Magreb y las costas del Mediterráneo oriental con el cuerno de África y el distante Océano Índico, en un indicio de globalización, con ciudades copadas de oro, café, incienso, dátiles, miel y especias provenientes de todo el mundo conocido y estimado por los prestigiosos sabeos: raza de marinos y mercaderes que floreció entre los siglos XIII a.C. y VI d.C. interactuando con todas las grandes civilizaciones clásicas, sin ser controlados por ellas (persas, griegos, romanos, bizantinos, civilización islámica, civilización del Valle del Indo, el Imperio Kushán y los aksumitas de Eritrea, entre otros) de las cuales tomó inspiración para el desarrollo de su arquitectura única, en grandes núcleos urbanos como Shibam ("la Manhattan del desierto"), Saná, Adén y Mokha, otrora abiertas al mundo y donde el encanto de Oriente, la tradición oral, las historias de viajeros medievales y cuentos como el de Las Mil y una Noches encontraron su plenitud.

Naturales de la "Arabia Feliz" (Arabia Félix), descrita por Heródoto en el siglo V a.C. como una tierra exótica, próspera y afamada por su comercio y grandilocuencia, nada logra opacar el orgullo y nobleza de espíritu entre estos descendientes de la Reina de Saba, siglos atrás una nación bendecida por la abundancia y el esplendor que aplaudiera hace 2,5 milenios el célebre historiador griego. Hoy siendo Yemen el país más pobre del mundo árabe, un pueblo devastado por las guerras civiles, regionales (intervención de Arabia Saudita y los Emiratos, con soporte de Qatar, Bahrein, Egipto, Sudán, Marruecos y Senegal) e imperialistas (escalada bélica en el Mar Rojo frente al poderoso entente sionista-estadounidense), sigue dando lecciones de una integridad e hidalguía admirables, que no conocen ni las repulsivas petromonarquías del Golfo, ni los demás países lacayos como Egipto, Jordania o el reino de Marruecos, rendidos al poder económico y silentes ante el expansionismo israelí y los abusos cometidos en toda la media luna fértil (uso de armamento prohibido como el fósforo blanco en el sur del Líbano, ataques cotidianos contra Siria, genocidio en Gaza, crímenes, edificaciones ilegales y violación intermitente de los DD.HH en Cisjordania...). 

Vista nocturna de Saná

Con la causa palestina en el alma, "hasta el último yemení" han prometido luchar y dar su vida los valientes guerreros hutíes, dignos partidarios del Imán Alí, verdaderos musulmanes y mujahides chiíes que literalmente no temen a la muerte ni enfrentar a gigantes blindados como la Armada estadounidense, británica, los acorazados de la UE, al régimen sionista y a los no menos poderosos saudíes y emiratíes, conjunto de invasores que ha resultado humillado en variadas ocasiones por el poder de fuego hutí y su arrojo en la guerra, con precarias armas como la jambiya o sable yemení y las AK-47 -tal vitales como el pan- o sus misiles balísticos y de crucero, confeccionados con más anhelo e ingenio que recursos. Desde 2004 a 2025, los hutíes han condensado una serie de logros significativos, a mencionar: la toma de Saná y expulsión del dictador al-Hadi, resistencia a la coalición saudita en 2015 y ataque a refinerías del Golfo cuatro años más tarde, intensificación de operaciones en el Mar Rojo a partir del 2023, con ataques precisos sobre buques de bandera israelí o sus aliados, en solidaridad con Palestina y éxitos militares simbólicos y altamente operativos como el secuestro del Galaxy Leader, ataque con misiles y daño relevante al portaaviones Eisenhower, lanzamiento de misiles hipersónicos sobre Tel Aviv y tenaz resistencia a los bombardeos británicos y estadounidenses sobre Saná, Hodeida, Thaiz, Dhamar y Saada.

Un pueblo y facción religiosa tan audaz no puede menos que ser comandada por un líder doblemente decidido y gallardo como es el zaidí Abdul Malik al-Houthi, quien respecto a las represalias imperialistas por el bloqueo a los navíos en el Mar Rojo, ha declarado:  "somos conscientes de que enfrentarnos a Israel nos costará caro porque es el niño mimado de EE.UU., pero no nos rendiremos" ; "seguiremos imponiendo un bloqueo naval al enemigo israelí y nuestras operaciones no cesarán hasta que la ayuda humanitaria llegue a Gaza" ; "si la agresión estadounidense continúa, pasaremos a opciones de escalada adicionales, nuestras fuerzas no dudarán en atacar a todos los buques de guerra estadounidenses en el Mar Rojo y el Mar Arábigo". El bravo pueblo yemení que hoy por hoy no posee mayor riqueza que su profunda humanidad y ferviente temor de Dios, jamás ha inclinado la rodilla ante ninguna hegemonía temporal, no pudieron adherir Yemen ni los persas, ni los griegos ni los romanos que tanto la ambicionaron por su posición estratégica de boca a las grandes rutas comerciales de la antigüedad, y el dominio otomano fue altamente oneroso y limitado, lecciones de historia bien sabidas por estos hombres de montaña resistentes como el acero y en cuyos corazones anida una riqueza muy superior a todo el petróleo enquistado en el Golfo Pérsico o los intereses creados de la banca sionista. Yemen, orgullo del mundo árabe vencerá!, el tiempo sopla en su dirección.

Celebración día internacional de Al-Quds (Jerusalén) con cerca de 4 millones de yemeníes exigiendo una escalada bélica contra EE.UU. y sus intereses en Medio Oriente. Centenares de activistas occidentales se sumaron a la actividad (28/03/2025).

domingo, 16 de marzo de 2025

AXIS MUNDI

Más allá del velo que oculta lo incognoscible, las montañas custodian un silencio primario y primordial, cruzarlas es un acto sagrado, un retorno al Centro perdido en la noche de los tiempos. Las cumbres: espejos del alma, no conocen fronteras, son el canto de los antiguos que escalaron al éter, el murmullo de quienes danzaron entre gigantes de piedra, desprendiéndose del ropaje de los tiempos; un sendero que se pierde en la distancia y configura el eterno imperecedero, todo es cambio, todo se transforma, en un eco incesante de sombra y luz.

En las alturas, el viento murmura un misterio que no se nombra: la cordillera es el Grial mismo, un umbral que guarda la sangre de los dioses y desafía la ruina del Kali-iuga. Vadearla no es morir, sino despertar en el reverso del tiempo, trocarse en lo inmaterial, ser verso que se escribe en la penumbra del más allá, donde las tierras llanas y los cielos dorados se funden. Allá, entre brumas que ciegan y estrellas que asoman, el espíritu se aúna al rayo inmóvil de la culminación, un fulgor frío que trasciende nombres y formas, hasta perderse  en el abismo sin fin de lo que siempre fue. Tal es el enigma que late en el corazón de las montañas y deja tras de sí la callada certeza de que el alma es verbo y soplo, volando libre y determinado por los rincones del infinito.

martes, 11 de marzo de 2025

"Antecedentes Coyunturales e Históricos de la Primavera Árabe" Tésis de Posgrado (2012)


Hace 14 años, pocos pudieron adelantar que el proceso de las llamadas "Primaveras Árabes" tendría consecuencias tan profundas en el devenir político de la región de Oriente Medio y el Norte de África, marcándola por más de una década. La inmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez el 17 de septiembre del 2010 (motivada por la pobreza, la falta de oportunidades y la precaria solidaridad estatal) sería detonante de un viral de protestas por todo el espacio árabe, conectando con un descontento social generalizado, aguda frustración económica, crisis de representatividad, desconfianza hacia las élites gobernantes y falta de libertades básicas. El proceso -que fue aprovechado operativamente por los servicios de inteligencia de Occidente- desembocó en cuatro certeros golpes de Estado (Túnez, Libia, Egipto y Yemen), revolviendo aún más el tablero o shatterbelt regional, movilizó a los radicales (Hermandad Musulmana, salafistas, al Qaeda...) y extremó la represión de ciertos regímenes.

En pleno 2025, no se descarta como una de las peores consecuencias de las Primaveras Árabes, la conformación de elementos como el ISIS/DAESH (célula terrorista desprendida del tronco de al Qaeda) que aprovechando el vacío de poder en Iraq y en regiones del este de Siria, abogó por la conformación de un califato de orden medieval, desatando una guerra prolongada que reflejó en todo momento ser una dinámica mayor de fuerzas y un conflicto proxy entre la entente Rusia/Irán y la alianza EE.UU/Israel, los primeros apoyando al régimen de al Assad y los segundos armando y financiando a sus aliados fundamentalistas del ISIS. El balance que durante 14 años favoreció a la república hereditaria (warāthiyya) de los Assad, al eje de la resistencia y a sus benefactores rusos e iraníes, a coste de inumerables vidas y pérdidas materiales, se invirtió de improviso a fines del 2024, con la escalada al poder de los "rebeldes" (terroristas), apoyados y reconocidos en el acto por sus mecenas de la UE y EE.UU. Hoy esos mismos "rebeldes" -bajo el silencio cómplice de Occidente- están desatando un pandemonium en el país levantino, asesinado, torturando y hasta crucificando a cristianos, alauitas, chiíes y adeptos del antiguo régimen.

En relación a este "¿cisne negro?" en la historia contemporánea del Mundo Árabe, el 15 de marzo del 2012 concluí una tesina de posgrado a la que titulé "Antecedentes Coyunturales e Históricos de la Primavera Árabe", en ella abordé la casuística tras el fenómeno en estudio, retrotrayéndome al legado del colonialismo europeo, a la fragmentación del espacio árabe post desmembración del Imperio Otomano (1922), con la consiguiente imposición de protectorados y estados artificiales como el de Israel, eventos que junto con la Guerra de los Seis Días de 1967 minaron para siempre el panarabismo (o unidad ideológico-espiritual de los árabes, encarnada fuertemente en la figura del carismático Gamal Abdel Nasser), favoreciendo la proliferación de las luchas nacionales e identidades locales, el abandono gradual de la causa palestina en el discurso árabe y la emergencia de ideologías desestabilizadoras como son el islam político y el panislamismo.

ANTECEDENTES COYUNTURALES E HISTÓRICOS DE LA PRIMAVERA ÁRABE (PDF)

viernes, 28 de febrero de 2025

En defensa del Estado y el bien público


Qué duda cabe de que vivimos tiempos convulsos, marcados por una profunda confusión arraigada en el individualismo extremo y la lógica del "sálvese quien pueda". En este contexto, la importancia de lo público reemerge en su capacidad para cohesionar a las sociedades, promover el bienestar colectivo y contrarrestar las limitaciones del pensamiento liberal-libertario, que, al exaltar el individualismo y el mercado como reguladores supremos, suele sacrificar la equidad y la solidaridad. Desde los tiempos de la Revolución Francesa hasta el auge del neoliberalismo en el siglo XX, estas doctrinas han priorizado la libertad personal sobre las necesidades comunes, relegando al Estado a un papel secundario y propiciando desigualdades estructurales, concentración de poder privado y el deterioro de las instituciones que sostienen el bien común. En respuesta, el Estado se enaltece como una construcción histórica y soberana, destinada a mediar entre los intereses individuales y las demandas colectivas, ejerciendo su autoridad para proveer servicios esenciales, regular la economía y proteger a los sectores vulnerables. Lejos de ser un ente opresivo, como lo caricaturizan sus ignaros refractarios, el Estado ha sido, desde las polis griegas hasta las modernas democracias, un instrumento que equilibra libertad y justicia, encarnando la voluntad de una comunidad que trasciende al individuo y sienta las bases para una ética pública sólida.

Esta concepción del Estado como garante del bien común hunde raíces en tradiciones históricas diversas, que van desde las doctrinas de la Iglesia Católica o la unicidad islámica hasta la filosofía política china, todas las cuales privilegiaron la idea de comunidad por sobre el individualismo que hoy predomina en Occidente, considerándolo una aberración (Aristóteles: "el hombre que vive de espaldas a la sociedad es un dios o una bestia"). En la Europa medieval, la Iglesia católica no sólo predicó la caridad, erigió también los lugares de culto y las grandes catedrales como las de Siena, Notre Dame o Milán, como símbolos perennes de una organización social que integraba a todos bajo un propósito trascendente (podemos imaginar igual fin para las monumentales pirámides del antiguo Egipto), mientras en el islam el zakat y el califato aseguraban una redistribución equitativa liderada por la autoridad central. En China, el confucianismo dotó al Estado de un mandato celestial para preservar la armonía, visible en la magnificencia de la obra pública, entre las que destacan y preservan la Ciudad Prohibida o la Gran Muralla. Estas formas, opuestas al liberalismo emergente de la Ilustración, destacan cómo el poder centralizado y la obra social monumental reflejaba compromiso con el bienestar colectivo, sentando un precedente para entender el Estado no como un fin en sí mismo, sino como un medio para la cohesión social y la justicia distributiva.

La administración de lo público, sin embargo, requiere una ética rigurosa para evitar su degradación (el mal empleo de los recursos o corrupción administrativa), un principio que el sociólogo alemán Max Weber articuló en su teoría de la burocracia, donde abogó por una gestión racional, impersonal y profesional al servicio del bien común. Weber, influido por la Prusia de su tiempo, veía en la transparencia y la legalidad las claves para legitimar el poder estatal, una idea que resuena con las reflexiones del emperador Marco Aurelio y los estoicos, quienes sostenían que el bien público debe anteponerse a los deseos individuales, pues sólo en la virtud colectiva se encuentra la verdadera justicia. En el islam, el Imán Alí, una figura venerable, enfatizó que el gobernante debe actuar como un pastor que protege a su rebaño (el paralelo con el nazareno es evidente), priorizando la equidad y el servicio a los más necesitados, inspiración que resuena en las enseñanzas de doctos pensadores musulmanes como Al-Ghazali, quien defendió la idea de una autoridad central guiada por la moralidad para preservar la armonía social. Desde una perspectiva más contemporánea, John Rawls complementa esta visión con su teoría de la justicia, argumentando que el Estado debe priorizar a los más desfavorecidos. Estas ideas, surgidas durante siglos en el proceso de consolidación estatal y crítica al laissez-faire, subrayan que la burocracia y la planificación pública no sólo son herramientas técnicas, sino expresiones de una responsabilidad moral hacia la sociedad, un legado que sigue siendo relevante frente a los desafíos del presente.

Canalización del río Mapocho, una de las muchas obras públicas de JM Balmaceda, quien además creó el Ministerio de Obras Públicas y se dió a la tarea de industrializar y fomentar la soberanía económica de Chile.

Este rol activo del Estado como motor del desarrollo tomó sentido en las más grandes intelectualidades del siglo XIX, caso del economista prusiano Friedrich List, quien defendió la intervención estatal para fomentar el progreso económico, una visión que resonó en América Latina en líderes como nuestro José Manuel Balmaceda. Balmaceda, inspirado por el nacionalismo económico, impulsó ambiciosos planes de infraestructura, principalmente en ferrocarriles y caminos, para integrar el territorio y reducir la dependencia externa, un modelo que Carlos Ibáñez del Campo amplió en obras públicas que consolidaron la soberanía nacional, entre ellas la creación de la gran institución de Carabineros. La utilidad de estas iniciativas se extiende a proyectos como plazas, bibliotecas, autopistas, centros comunitarios y estadios, que no sólo facilitan la conectividad y el crecimiento económico, fortalecen también el tejido social al ofrecer espacios de encuentro, cultura y recreación accesibles a todos. Sociedades como la japonesa ejemplifican este enfoque: su civilidad pública, reflejada en el cuidado meticuloso de parques, trenes y bibliotecas, demuestra cómo la propiedad colectiva, cuando es valorada y mantenida por una ciudadanía comprometida con el bien común, amplifica el impacto de la obra pública. En Chile, los gobiernos radicales de las décadas de 1930 a 1950 sumaron a esta visión un énfasis particular en la educación pública, combatiendo la desigualdad y consolidando un proyecto nacional sustentado en la inversión estatal.

No obstante, el pensamiento liberal, al priorizar el interés individual sobre el colectivo, ha demostrado en múltiples ocasiones su potencial para la degradación ética y el colapso del bien común, adoptando un carácter entreguista que debilita al Estado al privatizar empresas públicas, mercantilizar la educación o ceder recursos estratégicos a las transnacionales, como ha ocurrido con el petróleo, el oro, las tierras raras, la energía o el agua en diversos países. En Chile, ilustrativo de este descalabro individualista son los robos de estatuas en cementerios o plazas públicas ordenados por el empresario y anticuario Raúl Schuller y la destrucción masiva de infraestructura durante el estallido social de 2019, hechos que reflejan un desprecio por el patrimonio colectivo y la ausencia de diálogo racional; en Oriente Medio, la dinamitación de la milenaria Palmira por el ISIS y la consiguiente venta de restos patrimoniales a coleccionistas privados demuestran que el lucro se antepone incluso a la ceguera y fanatismo religioso; y en Argentina, la más reciente y burda estafa de Javier Milei con LIBRA, bajo el escudo de la "libertad económica" traiciona escandalosamente la confianza pública. Estos casos, junto con la cesión de activos nacionales a corporaciones extranjeras —evidente en la ola neoliberal de fines del siglo XX—, ilustran cómo el liberalismo desregulado no sólo genera caos y oportunismo, sino que desmantela también la soberanía estatal, dejando a las sociedades vulnerables ante intereses privados globales y reforzando la necesidad de un Estado fuerte y ético.

Hoy felizmente, el evidente fracaso y desencanto con el liberalismo está dando pasos acelerados a un renacimiento del pensamiento estatista, corporativista y desarrollista, patente en el dirigismo de Rusia y China, donde el poder centralizado prioriza el desarrollo colectivo por sobre las libertades individuales, y en el auge de movimientos nacionalistas en Europa que rechazan la globalización y el progresismo. En América, tanto del norte como del sur, emergen tensiones entre el legado liberal y propuestas que revalorizan la intervención estatal, reflejando un agotamiento de las promesas de apertura irrestricta y un retorno a lógicas colectivas. Este giro, que empalma con las tradiciones históricas de cohesión social y las teorías de los mentados Weber, Rawls y List, sugiere una reconfiguración global del orden político y económico. En última instancia, la defensa del Estado y el bien público no es sólo una respuesta a los excesos del individualismo y su carácter entreguista, sino ante todo una afirmación de su capacidad, probada a lo largo de la historia, para construir sociedades más equitativas y sostenibles frente a los desafíos del siglo XXI. Como bien expresó San Agustín de Hipona: "La paz de todos reside en la justicia, y la justicia no es otra cosa que el amor ordenado al bien común", recordándonos que el Estado, en su esencia, debe ser un reflejo de esa aspiración moral hacia la armonía colectiva.