Hace 14 años, pocos pudieron adelantar que el proceso de las llamadas "Primaveras Árabes" tendría consecuencias tan profundas en el devenir político de la región de Oriente Medio y el Norte de África, marcándola por más de una década. La inmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez el 17 de septiembre del 2010 (motivada por la pobreza, la falta de oportunidades y la precaria solidaridad estatal) sería detonante de un viral de protestas por todo el espacio árabe, conectando con un descontento social generalizado, aguda frustración económica, crisis de representatividad, desconfianza hacia las élites gobernantes y falta de libertades básicas. El proceso -que fue aprovechado operativamente por los servicios de inteligencia de Occidente- desembocó en cuatro certeros golpes de Estado (Túnez, Libia, Egipto y Yemen), revolviendo aún más el tablero o shatterbelt regional, movilizó a los radicales (Hermandad Musulmana, salafistas, al Qaeda...) y extremó la represión de ciertos regímenes.
En pleno 2025, no se descarta como una de las peores consecuencias de las Primaveras Árabes, la conformación de elementos como el ISIS/DAESH (célula terrorista desprendida del tronco de al Qaeda) que aprovechando el vacío de poder en Iraq y en regiones del este de Siria, abogó por la conformación de un califato de orden medieval, desatando una guerra prolongada que reflejó en todo momento ser una dinámica mayor de fuerzas y un conflicto proxy entre la entente Rusia/Irán y la alianza EE.UU/Israel, los primeros apoyando al régimen de al Assad y los segundos armando y financiando a sus aliados fundamentalistas del ISIS. El balance que durante 14 años favoreció a la república hereditaria (warāthiyya) de los Assad, al eje de la resistencia y a sus benefactores rusos e iraníes, a coste de inumerables vidas y pérdidas materiales, se invirtió de improviso a fines del 2024, con la escalada al poder de los "rebeldes" (terroristas), apoyados y reconocidos en el acto por sus mecenas de la UE y EE.UU. Hoy esos mismos "rebeldes" -bajo el silencio cómplice de Occidente- están desatando un pandemonium en el país levantino, asesinado, torturando y hasta crucificando a cristianos, alauitas, chiíes y adeptos del antiguo régimen.
En relación a este "¿cisne negro?" en la historia contemporánea del Mundo Árabe, el 15 de marzo del 2012 concluí una tesina de posgrado a la que titulé "Antecedentes Coyunturales e Históricos de la Primavera Árabe", en ella abordé la casuística tras el fenómeno en estudio, retrotrayéndome al legado del colonialismo europeo, a la fragmentación del espacio árabe post desmembración del Imperio Otomano (1922), con la consiguiente imposición de protectorados y estados artificiales como el de Israel, eventos que junto con la Guerra de los Seis Días de 1967 minaron para siempre el panarabismo (o unidad ideológico-espiritual de los árabes, encarnada fuertemente en la figura del carismático Gamal Abdel Nasser), favoreciendo la proliferación de las luchas nacionales e identidades locales, el abandono gradual de la causa palestina en el discurso árabe y la emergencia de ideologías desestabilizadoras como son el islam político y el panislamismo.
ANTECEDENTES COYUNTURALES E HISTÓRICOS DE LA PRIMAVERA ÁRABE (PDF)
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