martes, 18 de agosto de 2020

El realismo geopolítico de Samir Amin

El pasado 12 de agosto se cumplieron dos años de la muerte del intelectual egipcio Samir Amin (1931-2018), sin lugar a dudas una de las más grandes luminarias del pensamiento geopolítico planteado desde el sur global, autor de una prolífica bibliografía que construyó en el transcurso de los últimos 60 años.

De profesión economista y cientista político, formado en las más prestigiososas universidades de París, Amin desarrolló un pensamiento crítico marxista; donde la teoría de la dependencia (centro-periferia) y la visión wallersteiniana del "sistema mundo" configuran importantes ejes en su robusto examen contra el global-capitalismo que en su aguda actual decadencia se exterioriza en la constante necesidad de guerras, invasiones y saqueos a países del Tercer Mundo, en las que el hegemón estadounidense ha llevado la batuta en las últimas tres décadas, arrastrando a "la tríada capitalista" completada por Japón y Europa.

El estudio de la geopolítica se conforma por cuatro estadios: Geopolítica clásica, geopolítica tradicional (o de la Guerra Fría), geopolítica crítica y geoeconomía; ninguno de los cuales puede decirse "idealista". La geopolítica es la máxima expresión del realismo político (realpolitik) el estudio del poder militar y económico de las naciones al desnudo y su capacidad de influir en la configuración del orden mundial a partir del balance de poderes, del influjo (económico, político, cultural o de poder blando), la contención y la capacidad de chantaje. En este sentido decir "realismo geopolítico" es acuñar una redundancia conceptual, aunque desde luego en el periodo de entreguerras y al cabo de la Guerra Fría el idealismo liberal intentó revertir sin éxito la doctrina geopolítica a partir de preceptos nobles pero volátiles como "la autodeterminación de las naciones" (W. Wilson) o peligrosas utopías -para el caótico momento unipolar- como "El fin de la historia" (F. Fukuyama).

Teniendo en consideración lo arriba expuesto es que -a mi parecer- Samir Amin mucho más que un pensador neomarxista centrado en el paradigma de la lucha de clases, fue un pionero de la geoeconomía que antecedió en décadas a toda una saga de intelectuales en la línea de Edward Luttwak y fue evidentemente también un desapacible realista geopolítico, en la tradición de un Morgenthau, de un Kissinger, de un Cohen o de un Brzezinski, pero observando el mundo desde el reverso del planisferio, enarbolando naturalmente las luchas de resistencia del Tercer Mundo, del independentismo, las terceras vías (Conferencia de Bandung) y las estrategias de cooperación económica sur-sur (como el BRICS) de cara al pensamiento de los referidos intelectuales euro-estadounidenses que encarnan en sus manuscritos la más cruda geoestrategia del imperialismo militar y económico. 

Es así como provisto de una clarividencia equivalente a la de su también compatriota Eric Hobsbawm, de un activismo no menos diligente que el de Chomsky y de un rigor matemático-economicista que difícilmente cae en lo abstracto, en sus múltiples conferencias y libros Amin no sólo denunció los embates velados o descarados del global-capitalismo, sus fraudulencias y extrema facilidad para privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, señaló también cursos de acción para romper la dependencia centro-periferia y mitigar un orden económico insolidario que a su entender sólo ha oscilado entre sucesivas crisis y burbujas, aproximándose en el último decenio a un certero colapso que es muy probable estemos resintiendo actualmente.

Citas de Samir Amin:

lunes, 10 de agosto de 2020

Difícil de digerir

El pasado 4 de agosto, la catástrofe azotó una vez más a Beirut. En esta ocasión se trató de una dantesca explosión en pleno puerto de la ciudad, que más que un incendio de insumos industriales (o eventualmente bélicos) pareció un ensayo atómico; con todas las características de los que usualmente realiza Corea del Norte en el Océano Pacífico o de las más veladas pruebas de armamento de destrucción masiva que desarrolla el ente colonial israelí en la devastada Siria. 

Mi tesis sobre lo que ocurrió hace cerca de una semana en el Líbano  la expuse en dos hilos de Twitter: uno del 5 de agosto y otro del 7 de agosto que invito a revisar. En ambos no tengo reparos de apuntar a quien es para mí el primer gran sospechoso de maquinar y beneficiarse de la gran detonación: la Israel de Benjamin Netanyahu y de a poco las evidencias parecen darme la razón y es que no es poca cosa que la explosión en sí haya suscitado dudas en los más expertos, entre los que destaco las observaciones del ingeniero en explosivos Danilo Coppe, tampoco es sutil coincidencia que en 2018 el propio Netanyahu expusiera ante la Asamblea General de Naciones Unidas una imagen satelital de la zona cero, señalándola como un depósito de armas de Hezbollah, si se suma a lo anterior el regocijo de un ex miembro del parlamento israelí quien cree y espera que su país haya estado detrás de lo ocurrido en Beirut, el puzzle se completa solo.

Lo anterior calza perfecto en la lógica de "guerra preventiva" que lleva a cabo el ente colonial (desde al menos 1967) y para la cual literalmente TODO VALE en pos de empoderarse geopolíticamente en la región, desde arrasar y colonizar las tierras de los palestinos (expandiendo año a año los asentamientos y pretendiendo en la actualidad el control completo de Jerusalén y Cisjordania, todo bajo el silencio cómplice de la Comunidad Internacional) a destruir países completos en el caso de Siria, valiéndose de ataques con misiles, drones, formación, financiamiento y entrenamiento de células terroristas adoctrinadas bajo el fanatismo wahabí y salafista, del cual son intermediarios sus ricos y amorales socios saudíes que junto con EE.UU. invierten en la sempiterna política (iniciada por los británicos a comienzos del Siglo XX) de polarizar, desestabilizar y balcanizar constantemente la región.

El Líbano tiene además un contendiente fronterizo con Israel a causa de yacimientos petroleros (aún no explotados) que se disputan en el limen de su mar territorial; mereciendo este capítulo una particular atención, tanto en lo respectivo a los intereses nacionales sionistas como a los que derivan del avasallador esquema imperialista económico que coliga los objetivos del hegemón estadounidense -y de sus aliados- con el de las grandes firmas petroleras (Total, Mobil, Shell, Exxon, etcétera) y el brazo financiero de la globalización; que tiene en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional articuladores que direccionan la política fiscal, tributaria, monetaria y hasta doctrinaria de los países feudatarios. Líbano a la fecha adeuda 150% de su PIB al FMI, institución que apronta un nuevo préstamo que terminará de hipotecar su ya residual soberanía.

Un país destruido -como hoy es el Líbano- entre la anomia política, las sanciones económicas occidentales, la deuda externa y ahora la catástrofe, se convierte al final del día en el motín de guerra perfecto para que la decadente maquinaria occidental consiga engullirlo; entre tanto los libaneses han vuelto a fragmentarse en todas sus diferencias (religiosas, políticas, económicas, culturales), reprochando en general la inoperancia de un gobierno que es el eco degradado de la convergencia colonialismo-feudalismo en que complotan desde siempre las élites (y hasta los sistemas políticos) de los países subdesarrollados con sus mandantes del Primer Mundo. Conviene no olvidar, sin embargo, que para bien o para mal el Líbano es y siempre será un apéndice de la Gran Siria, ergo su sino vital es la resistencia.