sábado, 6 de agosto de 2016

Baalbek, la heliópolis enigmática

 Las 6 columnas del templo de Júpiter. Una de las postales más famosas del Líbano

Emplazada 90 km al noreste de Beirut, sobre el valle de Békka y a las faldas de la montaña libanesa (fortaleza sagrada de los cristianos maronitas y de sus ancestros bíblicos, los hititas) Baalbek surge a la historia del mundo como metrópolis cananita dedicada al culto de Baal: principal divinidad del panteón nor-semítico, asociado con la fertilidad, la tormenta y la figura del toro.

"La casa de Baal" fue hace 3000 años la Meca del mundo antiguo para gran parte de los pueblos levantinos y del Asia Menor (actual Turquía), independiente de su origen étnico pues incluso los hititas y los mitanios -de origen ario- rindieron culto a las divinidades sirio-arameas, lo cual devela el temprano nivel de interculturalismo y mestizaje acaecido entre los distintos grupos étnicos que habitaron el antiguo Medio Oriente. 

Los navegantes fenicios transmitieron el culto más allá de la Media Luna Fértil y lo propagaron por todo el espacio Mediterráneo (las islas de Chipre, Sicilia, Italia, España, Noráfrica) e incluso hacia el Atlántico y las islas británicas. Han-Baal (Aníbal): el gran caudillo cartaginés que estuvo a un paso de absorber a Roma en las primeras Guerras Púnicas (siglo III a II a.C.), tributaba con su nombre al dios de sus antepasados fenicios y Heliogábalo: emperador romano nacido en Siria, llegó incluso a ser sacerdote en el culto de una divinidad asociada: El-Gabal. Sólo los hebreos despreciaron abiertamente la figura de Baal, contraponiéndola a Yawé y es desde su mala publicidad que surge el nombre de Baal Z'vuv (Belcebú), un símil de Luxfer (Lucifer) o de Seitan (Satán) y otras divinidades pretéritas transmutadas en demonios.

Baalbek que remonta su historia a más de 5000 años en el pasado, fue conquistada por las tropas de Alejandro Magno en el 200 a.C. formando parte de la demarcación siria del Imperio Seléucida, con la consecuente helenización del territorio que transformó la casa de Baal en una heliópolis griega, es decir una ciudad santa destinada al culto de Helios (el dios Sol). 150 años más tarde la Siria seleúcida fue conquistada por los romanos y la heliópolis, otrora casa de Baal, pasó a convertirse en la ciudad de Júpiter: distinguida divinidad del panteón latino, que al igual que Baal era dios del rayo y primo inter pares de la trinidad capitolina. 

Templo de Baco

La fusión de elementos culturales y espirituales semíticos e indoeuropeos (romano, griego, hitita) hará de Baalbek una especie de encrucijada politeísta que congregó en un mismo priorato los cultos mediterráneos de Baal, Jupiter, Helios, Astarté, Tammuz, Venus y El. Sólo bastaría el surgimiento de una religión aglutinante y gradualmente intolerante (el mitraísmo primero, el cristianismo después) para desplegar un sincretismo religioso que con el paso de los siglos absorbería los cultos y relegaría los dioses a la condición de idolatría y herejía, imponiendo en su lugar la liturgia monoteísta hebraica y la veneración del ávatar Joshua-Kristos.

Una vez perdido el favor de los dioses, Baalbek que además era granero de Roma, comenzó a declinar como metrópolis de interés cultural/espiritual lo mismo que Egipto, Babilonia y otros "enclaves de poder" del antiguo mundo politeísta. Con el arribo del cristianismo en el siglo IV d.C., sus templos paganos pierden toda filiación simbólica de carácter iniciático, pasando a convertirse en monasterios e iglesias. En el 526 d.C. el emperador Justiniano comete el sacrilegio de extraer ocho columnas del templo de Júpiter y emplearlas en la construcción de la Basílica de Haga Sofía (actual mezquita imperial) en Constantinopla, hoy Estambúl.

La disyuntiva eclesiástica sobre la naturaleza de Cristo (¿hombre?, ¿Dios?, ¿hijo de Dios?, ¿profeta?) que se extendió durante los primeros cuatro siglos de la cristiandad fue la causa raíz del deterioro de Bizancio y de la segmentación ideológica entre ortodoxos (cristianos bizantinos), católicos (cristianos occidentales) y herejías orientales como el nestorianismo. Baalbek como el resto de Siria, se inclinó por la postura oriental, ganándose la enemistad de Constantinopla lo que derivó en el 637 d.C. en una rauda conquista por parte de los musulmanes árabes, cultura tolerante -en principio- con los fieles monoteístas de todas las derivaciones (cristianos, judíos, mazdeístas) y que además eran un pueblo cercano en la lengua y en la cosmovisión al sentir religioso de los pueblos levantinos.

Ciertamente, Baalbek no recobra sus viejas glorias bajo dominio árabe, ni tampoco repunta su posición en poder de los cruzados que a fines del siglo X d.C. recuperaron parte de Siria y Egipto para dicha espiritual y económica de la iglesia occidental. Lo que sí podemos suponer -a la luz de las enseñanzas esotéricas- es que tanto en Baalbek como en Jerusalén y Egipto, la orden de los Caballeros de Cristo (los Templarios) logró compilar buena parte de sus conocimientos iniciáticos y del poder oculto que encierran los templos (geometría sagrada) para replicarlos en el arte gótico y en la construcción de las grandes catedrales de Europa, además de transmitirlo a principios del medioevo en forma de alegorías y herramientas simbólicas a nivel de las cofradías de albañiles que como bien sabemos son el origen del escolaticismo europeo y del filosofar masónico y rosacruz. Decidora entre muchas otras referencias es la leyenda de Hiram Abif.


Pero más allá del recuento histórico que hemos hecho hasta ahora, coincidimos con René Guenon en que la antigüedad anterior al siglo V a.C. está regada de una tela de misterio y lo que debió ser -desde la óptica del historicismo- el alba de la civilización humana, probablemente no fue tal. Todo parece indicar (y en esto creemos a los historiadores heterodoxos) que la humanidad no partió de cero ni en Mesopotamia, ni en Egipto, ni en China ni en la India, aquellas primeras civilizaciones a lo sumo parecen replicar la ilustración de una humanidad muy avanzada tanto científica como espiritualmente aunque caída en desgracia, lo cual es computado por algunos mitos muy antiguos y comunes a la transmisión oral de varios pueblos como son -por ejemplo- el mito del diluvio universal o del hundimiento de la Atlántida.

Los egipcios y los antiguos griegos aludieron la autoría de sus conocimientos a antepasados atlantes e hiperbóreos venidos desde un norte místico y su ciencia -radicalmente distinta de la concepción mecánica y materialista de la nuestra- integraba elementos metafísicos y racionales demasiado prolijos y evolucionados como para poder adjudicarse a seres de la era neolítica con inquietudes propias de la civilización agrícola. La transmisión de estos "conocimientos atlantes" o hiperbóreos (relativos a la astronomía, la astrología, la alquimia, la geometría y las matemáticas sagradas) recayó fundamentalmente en una élite monástica como la formulada por los sacerdotes de Thot, que los conservó celosamente durante siglos.

El principio de correspondencia o relación del microcosmos (nuestra realidad tangible) con el macrocosmos (los mundos superiores) fue transmitida en forma de alegorías por las castas sacerdotales a través de mitos donde comúnmente interactuaban los dioses (o sus equivalentes: los ángeles en la tradición católica y musulmana) con la especie humana, una relación sincrónica semejante a la que se da entre los planetas y el Sol o a la de las estrellas con las constelaciones del firmamento. El templo -en la cosmovisión de los antiguos- representaba justamente aquella relación del hombre con los inmortales, del microcosmos con el macrocosmos, cada templo (los de Baalbek incluidos) era una máquina cuántica donde se producía la alineación cósmico-geométrico-espiritual entre este mundo de baja vibración y las esferas o planos superiores  ("como es arriba es abajo" decreta el Kybalión).

El hombre antiguo -directa o indirectamente- bebió de aquellas prístinas aguas del conocimiento y es por esta razón y no otra que los grandes templos de la antigüedad, así como buena parte de los de la Edad Media y del Renacimiento (que recuperaron desde el influjo oriental y principalmente islámico, el sentido simbólico de la construcción templaria) fueron construcciones tan espléndidas y complejas, pero que hoy tristemente carecen de sentido para el hombre contemporáneo que es incapaz de identificarse ya con lo metafísico ni de comprender siquiera que todo afán de grandeza en la humanidad más arcaica fue inspirado por la realidad intangible mediante símbolos y alegorías.

Tres enormes trilitones (bloques graníticos) descollan entre las ruinas del complejo templario en Baalbek, siendo un enigma persistente el porqué de sus titánicas medidas. Las columnas románicas que a 2000 años de su construcción siguen en pie entre las ruinas y se perfilan entre las más altas del mundo antiguo, son insignificantes ante la magnitud de aquellos trilitones jamás erguidos y que ni siquiera nuestro actual bagaje en tecnología y obras civiles podría permitirse levantar. Parece ser que estas estructuras poseen un origen megalítico y se encuentran asociadas con la red de templos rudimentarios de piedra que aún subsisten en Malta, Cerdeña, Stonhenge (Inglaterra), los Balcanes y Rusia. .................................................................¿Quiénes construyeron estos templos?: probablemente los primeros pueblos agrícolas, que extendieron su influjo por Europa y Medio Oriente hace 8000 años, ¿cuál fue la finalidad de estos templos?: esto sigue siendo un misterio, aunque cada vez parece menos convincente la teoría de que estos tempranos asentamientos humanos dedicados al culto de los astros y de las fuerzas naturales, fueran obra de seres toscos que apenas comenzaban a descubrir el poder de los elementos. 

Aquí suponemos todo lo contrario y aunque parezca ficción nos alineamos con Guenon, con Évola, con Serrano y otros tantos iniciados para sostener la teoría de que aquellos primeros constructores templarios -los primeros geómetras- fueron una élite de supervivientes, provenientes de la humanidad atlante o hiperbórea (según denomina la tradición oral griega y egipcia) que ordenaron la construcción de templos como portales cuánticos hacia los mundos superiores y de allí la monumentalidad de aquellas tempranas obras sacras, que el hombre actual observa con ojos profanos intentando dilucidar las técnicas con que fueron edificadas y desconociendo mucho más el móvil que impulsó a crearlas.

Cobijada por un cosmos cívico-religioso entre el llamado a las mezquitas desde los alminares y las cruces de las iglesias ortodoxas, Baalbek persiste en el tiempo como testimonio de un eterno recuerdo que conecta a los hombres y mujeres de la nación de los cedros -así como a los millones de visitantes de todo el mundo- con un pasado glorioso que posa sobre la grandeza espiritual y técnica de nuestros ascendientes y que además intuye los pilares metafísicos sobre los cuales se estructuraron las civilizaciones más antiguas de la Cuenca del Mediterráneo y Medio Oriente.

Magnitud de uno de los tres trilitones, la imágen habla por sí sola.