lunes, 2 de marzo de 2015

Miguel Serrano


En medio de una era crítica, los escándalos políticos de un país a la cola del mundo como es Chile, son mero reflejo de las bajezas de un mundo corrompido, que al decir de los hindúes atraviesa el cénit del Kali Yuga: la era más oscura del materialismo, predicha también por Platón, quien temía que las "almas de bronce" (los comerciantes) lograran adueñarse cierto día de los activos de la humanidad. Los peores indicios de esta era los vivimos ahora, con la sombra del demiurgo oscilando sobre gobiernos, comunidades e individuos, sembrando la degeneración, la apatía y el mercantilismo extremo hasta desterrar (momentáneamente) los altos principios y valores que ennoblecieron a nuestros antepasados. 

No nos extrañe ahora el hecho de ser gobernados por estafadores disfrazados de socialistas o de liberales: siervos de los mismos amos transnacionales y que esperan cual perros de la calle su tajada, interpretando y falseando el rol de "servidores públicos" sobre el podio de un teatro decadente llamado opinión pública. Tampoco es de fiar nuestro entorno más cercano y ni siquiera la Iglesia es un buen lugar donde escudarse; en la era del Kali Yuga todo está descompuesto y la espiritualidad en franca retirada. Son pocos los seres humanos de este ciclo que no sirven a algún otro dios que no sea Mammón y quienes se rebelen estarán condenados, tómese como evidencia los actuales conflictos en Medio Oriente: una guerra santa con matices económicos.

Serrano, el Ávatar

Incansable investigador, exhaustivo estudioso, diplomático y amigo cercano de grandes figuras de la historia como Herman Hesse, el Dalái Lama, Indhira Gandi, Jawaharlal Nehru, Carl Jung, Salvador Allende y Pablo Neruda, Don Miguel Serrano Fernández (1917-2009) tuvo fundamentos de sobra y una gran osadía cuando aún jóven decidió enarbolar la bandera del Nacional Socialismo, ganándose cuantiosos enemigos en los grupos de poder chilenos y extranjeros y entre feligreses tanto de izquierda como de derecha (cabe destacar que Serrano jamás comulgó con el régimen Kissingeriano de Pinochet). 

Sobrino de Juan Antonio Ríos (Presidente radical) y del poeta y masón de alto grado Vicente Huidobro, Serrano fue un hijo de la aristocracia chilena y un miembro activo de la clase política en el cargo de embajador de la India a fines de los años '50. Su espíritu aventurero lo llevó a recorrer varias veces el globo, pero fueron Europa, la India, el Tíbet y la Antártida los parajes que siempre le cautivaron y sobre los que basó la mayor parte de su obra.

De la Antártida, siempre mostró preocupación por los alcances del llamado "Plan Andinia": para algunos, simple teoría de conspiración, para otros la indesmentible evidencia de un trazado geopolítico sionista/imperialista (en curso) para hacerse con el dominio de la Patagonia argentina y de la Antártica chilena: nuestra porción del continente blanco, del que cual se han escrito varios mitos desde Julio Verne a la fecha, algunos que hablan de la existencia de un enclave extraterrestre y otros de un bastión de las SS, que tras la derrrota de Alemania en la Segunda Guerra, habría instalado bases secretas bajo las aguas congeladas, orbitadas frecuentemente por sus haunebus (ovnis nazis).

En 1989 Miguel Serrano ofició un polémico discurso a los neonazis chilenos, en honor al centenario de Adolph Hitler.

Admirador de Julius Évola (sostén ideológico del fascismo italiano) y de Nietzsche, Serrano construyó una nueva narrativa: mágica y prolíficamente documentada. En ella se funden el tradicionalismo con los arquetipos junguianos y la épica germánica con la indostánica. Fue leyendo, filosofando y viajando por Eurasia que Serrano develó la basa o común denominador que hila las tradiciones druídicas (celtas), con las germánicas, greco-latinas, iranias e hindúes, herencia de comunes antepasados arios a quienes Serrano atribuye además un  origen extraterrestre: los dioses hiperbóreos.

En la dimensión del mito, los hiperbóreos fueron los "hijos de Dios" (¿ángeles?) que se enamoraron de las "hijas de los hombres" (¿homínidos?), dando vida a una tercera -y condenada- especie (los nefilim) de la cual deviene la raza humana. Este mito aparece en el libro del Génesis, aunque todo parece indicar que se basa en leyendas más antiguas provenientes de Mesopotamia. Para los ariosofistas como Miguel Serrano, Otto Rahn o Madame Blavatsky este mito es crucial, ya que implica la existencia de dos categorías humanas en eterno conflicto: [1] la de entes telúricos y materialistas que viven para los placeres de la carne y del ahora, temiendo cual animales las reprimendas de una divinidad tiránica (el demiurgo o Yahwé) y [2] entidades que privilegian el espíritu sobre la materia y añoran a un Dios de lo alto (El Sol Invictus u Ormúz de la tradición persa) cuyo reino está por sobre placeres profanos y por ende "no es de este mundo".

En la obra de Serrano -como en la de Philip K. Dick- el límite existente entre ficción y realidad no se delínea claramente, condición que implica que sus escritos como "Quien llama en los Hielos" (1957), "El Cordón Dorado" (1978), "El Nuevo Orden Transnacional y la Patagonia" (1991), "Conspiración Mundialista y Traición a Chile" (1994), "Las Visitas de la Reina de Saba" (2002) y "Elella: El libro del Amor Mágico" (2004) no estén dirigidos ni a legos ni a mentes adosadas a la percepción básica, pues rebasan por mucho el sentido común y son antetodo obras iniciáticas, tal cual los textos de masonería, rosacrucismo, sofismo y cabalá, que abundan en las sociedades secretas donde anidan poderosas mafias e intrincadas redes de dominación global, que operan a la vez sobre el plano material y esotérico.

Embebido en su propio ideos kosmos, Miguel Serrano se declaró en guerra contra el Nuevo Orden Mundial y las huestes del demiurgo, que -curiosamente- aún despúes de muerto, continúan vilipendiando su legado. La censura que sufrió gran parte de su vida de parte de los medios de comunicación y las editoriales, pone de manifiesto que lo suyo no eran simples desvaríos y que el concepto de "libre expresión" no es más que una vil falacia.

En esta era "tan tolerante y pacífica", es razonable y políticamente correcto que muchos desprecien a Miguel Serrano por exaltar la figura de Adolph Hitler, cultivar el llamado nazismo esotérico y hasta por esperar la venida del Cuarto Reich, a bordo de un platillo volador proveniente de la Antártica. Yo personalmente no comulgo ni con Hitler, ni con nazis ni con fascistas, pero rescato en Miguel Serrano -como en Julius Évola- la añoranza de una humanidad épica, férrea e incorruptible: una nueva sociedad que a juzgar por "la teoría del péndulo" volverá sí o sí al final del Kali Yuga para establecer orden y justicia sobre la tierra, cual Cristo o cual Mahdi, vaticinados miles de años atrás por las tradiciones ariosóficas, encriptadas en el Islam y en el Cristianismo de Oriente.