miércoles, 29 de julio de 2015

El culto de Horus: del Cristianismo a los Illuminati

.
Los antiguos egipcios, un pueblo európide originario del Cáucaso y que forjó la más alta civilización de la era Neolítica sobre el valle del Nilo hacia -a lo menos- 5000 años, legó a la historia su prodigia y misteriosa arquitectura, sus avanzados conocimientos astronómicos (unificados con la astrología), sus ciencias filosóficas, naturistas y matemáticas (de la cual derivaron las escuelas pitagóricas y geómetras de la Antigua Grecia y la numerología cabalística judía) y  una rica mitología, basada en dioses zoomórficos como Tot y Tauret, además de la primera trinidad sagrada conformada por Osiris, Isis y Horus.

No es de sorprender que a más de dos milenios del derrocamiento de su última faraona: Cleopatra, aún nos sigan invadiendo ecos del Antiguo Egipto, encriptados en nuestras más cotidianas e íntimas tradiciones, cultos y rituales. En gran medida, debemos esta "trascendencia de lo egipcio" a Roma y la sincrética religión que emergió en su seno: el cristianismo, un culto que en el más álgido de sus misterios, fusiona el arquetipo ario-solar de Cristo con la figura de un anacoreta palestino: Yeshua ben Yosef (Jesús), nacido en el año I o fundacional de la historia occidental. 

Cristo, "el ungido", hijo de la incubación del espíritu sobre la carne, no es más que un perenne arquetipo, sujeto a la ley universal del Eterno Retorno, el Dios increado que vuelve a la tierra en humana forma cada cierto periodo de años, para dar testimonio de un mundo más elevado al que sólo podemos acceder por vía del espíritu. Aquel Cristo fue llamado Krishna por los indo-arios, Mitra por los iranios, Melquisedec por los ancestros olvidados del pueblo judío y Horus por los antiguos egipcios. En cada caso, se trata del mismo arquetipo: el Dios ígneo de los pueblos arios, el Sol Invictus que renace y da vida nueva (Navidad) cada mes de diciembre en el hemisferio norte, celebrado por el más ancestral, pagano y hermoso culto del solsticio de verano.
.
Mito del Diluvio
Las leyendas y la geofísica coinciden en el hecho de que hace miles de años aconteció una gran desglaciación en el planeta que desembocó en una considerable crecida de los mares. La región del Caúcaso -por entónces más gélida que hoy en día- se vió inundada por el desborde del Mar Negro y el Mar Caspio, dispersando a los habitantes del entorno, quienes por vía oral transmitieron durante generaciones una épica historia de despojo y sobrevivencia. La historia del diluvio universal la encontramos en la Biblia judía (el Arca de Noé), en Sumeria y Egipto, entre los pueblos arios que invadieron Eurasia e inclúso en regiones tan alejadas como el contienente americano. Todo parece indicar que sobre las tierras inundadas se emplazó una civilización bastante avanzada (el pre-Egipto) y unificada tanto racial como culturalmente, a esta civilización perdida, tanto egipcios como griegos le llamaron Atlántida.

LA SAGRADA TRINIDAD

El número "dos" representa a la sagrada dualidad, el principio de manifestación por vía de los opuestos: día y noche, vida y muerte, luz y sombra, cielo e infierno, ying y yang, positivo y negativo, masculino y femenino... todo cuanto existe tiene por contrapunto una realidad inversa. En la mitología del Antiguo Egipto, el misterio del número dos estaba encarnado en la figura de Isis: la diosa madre, el principio femenino, que emergió a su vez de la bifurcación de un dios inmanifestado, cuya mitad "uno" era representada por el viril dios sol Osiris. Es Isis el arquetipo lunar/telúrico de "la Gran Madre", común no sólo a los egipcios, sino a múltiples pueblos del Mediterráneo, Europa y el norte de África, llamada Gaia por los celtas, Cíbeles por los pueblos anatolios, Deméter por  los griegos y María, madre de dios por los católicos.

Pero si bien Isis era el inverso genérico de Osiris, Seth (el Satanás de la tradición judía), fue su inverso energético: un dios-demonio, que terminó matando a Osiris para convertirse en "rey de este mundo" (¿el Demiurgo despreciado por Jesús-Cristo?) y no conforme con ello cercenó su cuerpo. Es así como -cuenta la leyenda- desesperada Isis se dedicó a reunir los fragmentos de su difunto marido y opuesto-complementario, uniendo  y embalsamando los hallazgos, entre los cuales no se logró dar con el órgano reproductor o falo, esta razón la motivó a reconstruírlo en arcilla. En un último acto de amor, Isis establece relaciones con los restos del dios muerto, dando vida al dios Horus. De esta pueril leyenda podemos concluir dos cosas: I. Horus es el arquetipo que representa al número "tres": el número del Fénix, del renacimiento o la reemergencia del Sol, un ser perfecto que nace de la integración de los opuestos; de este modo su ojo izquierdo reproduce el brillo lunar (reflejo de una fuente superior: el Sol) y el derecho -el Ojo de la Providencia- irradia la luz solar que proviene directamente no sólo de Osiris, sino del principal y más antiguo dios egipcio (tal vez el inmanifestado): Ra. 
.
Obelisco de Buenos Aires. Obra ordenada en 1933 al destacado arquitecto y masón Alberto Prebisch

Como segunda conclusión, cabe destacar que "el falo de Osiris" ha sido reverenciado subterfugiamente y desde la remota antiguedad por múltiples sociedades secretas que adhieren a la dimensión hermética (esotérica) del mito egipcio, siendo este y no otro el real significado de los llamados "obeliscos", símbolos comunes en las grandes avenidas y principales centros históricos del planeta. Muchos de los grandes obeliscos modernos, fueron erigidos en el siglo XIX y comienzos del XX, encargados a arquitectos masones, conocedores de la geometría sagrada y de los misterios templarios más antiguos. Algunos de los obeliscos más arcaicos sobreviven aún en Egipto y en la ciudad de Roma, uno de los cuales se encuentra de cara a la mismísima basílica de San Pedro en la ciudad vaticana.

Con el culto de Horus, se completa en Egipto "La Sagrada Trinidad", uno de los misterios más complejos y elevados sobre la naturaleza de Dios,  que por vía del cristianismo (Padre, Hijo y Espíritu Santo) logra sobrevivir hasta nuestros dias. Los cristianos comúnmente lo aceptan como dogma sin cuestionar ni analizar su significado ni orígen, no así los grandes estudiosos de las ciencias ocultas, de la cabalá, de la flor de la vida y otros métodos empírico-espirituales (tales como sufismo, meditación, yoga, etcétera), que pudieron palpar el trasfondo de este misterio esotérico, en conocimiento de la ley de los ciclos, de la cual el propio Dios forma parte. 

Pero explicar la ley de los ciclos, no constituye un objetivo de este ensayo, por tanto nos limitaremos a decir que en el Antiguo Egipto el misterio de la Santa Trinidad se instruyó por medio de las leyendas de Osiris (principio de manifestación), Isis (naturaleza receptora y femenina) y Horus (el renacido, el "ungido"), se pensaba en tanto que Horus al igual que Cristo era el propio Dios que retornaba intermitentemente a las tierras del Nilo, pero encarnado simbólicamente en el útero humano de la madre del faraón. De este modo, los faraones fueron considerados legítimos representantes de Horus, lo cual no resulta extraño desde un punto de vista raciológico, ya que el faraón pertenecía a la casta sacerdotal de mayor pureza, descendiente de los heroicos conquistadores provenientes del "Gran Norte": la mítica Atlántida. 

Queda por dilucidar aún si esa "Atlántida" a la que hacían referencia los egipcios como su emplazamiento original previo al diluvio universal,  se trata de las tierras del Cáucaso (como sostiene Delisle de Sales), o tal vez de algún punto más ártico ubicado entre el norte de Europa y los montes Urales o inclúso de alguna tierra mística transdimensional (como la Agharti de los indo-arios) o -por que no decirlo- de otro planeta: tal vez Sirio, "la estrella perro" o "estrella de los muertos", hacia la que estaban orientados los grandes templos como el de Karnak.

EL "OJO DE LA PROVIDENCIA"

Horus, la principal divinidad del panteón egipcio, representa al sagrado elemento de la racionalidad: la mirada de halcón, el "Ojo que todo lo ve" desde lo alto, supervisando el progreso material y espiritual de la que fuera -durante miles de años- la más avanzada civilización del mundo Mediterráneo. Hay quienes sostienen  que el "Ojo de Horus" (Udyath) grafica también a la glándula pineal, ubicada en el centro de la estructura cerebral y a la cual los místicos atribuyen ser la fuente el tercer ojo u ojo de la mente (portal a otros mundos, intuición) también llamado ajna chakra por la tradición indo-aria.

Del antiquísimo símbolo Udyath, deriva también el Nazar u "Ojo Turco", pequeño talismán que según la mitología popular, bloquea las energías negativas. Este antiquísimo símbolo -como todo conocimiento místico proveniente del Antiguo Egipto- fue asimilado también por las antiguas escuelas de misterios, por los alquimistas, los escolásticos y los gremios medievales de constructores de iglesias y catedrales, y por medio de su oficio pasó a convertirse en máximo emblema de organizaciones secretas transnacionales como son la Francmasonería, los rosacruces, los Illuminati de Baviera, el club Bilderberg y demás organismos asociados, de los cuales no debemos perder de vista a la malla de instituciones que gobiernan ideológica y económicamente el planeta.

El "Ojo de la Providencia" sobre los cristales de una catedral ortodoxa rusa

Refiero en lo anterior a organismos como las Naciones Unidas, el Banco Mundial, los propios Estados (fundados -en su mayoría- por masones, gobernados hoy en día por títeres al servicio del club Bilderberg), el Banco Vaticano, a la mismísima Iglesia Católica, a los líderes cupulares de las iglesias evangélicas e inclúso a organizaciones que hoy fomentan el gatopardismo y el terrorismo islámico en Medio Oriente como son ISIS (acrónimo de Estado Islámico, criptograma del nombre de la diosa egipcia) y Al Qaeda, derivadas ambas del tronco ideológico de la Hermandad Musulmana, fundada en 1928 por el masón egipcio Hassan Al Banna y agentes del imperialismo británico.

En medio de una era tecnologizada, donde todo cuanto nos rodea está provisto de cámaras conectadas a Internet (y del otro lado no sabemos a quién) y aparatos detectables por radar (GPS), hoy más que nunca estamos bajo la mirada despótica del "Ojo de la Providencia" y las miríadas de poderosos que le rinden ceremonia, pero esta "Providencia" -me temo- no es el Dios de amor y luz que predicaron Jesús ni Zoroastro, tampoco se trata del buen Horus de Egipto, sino del usurpador Demiurgo (Seth) y su ojo de Shiva, aquel es el "Rey de este mundo" materialista, oscurantista y corrompido: la era el Kali-iuga.