sábado, 6 de agosto de 2016

Baalbek, la heliópolis enigmática

 Las 6 columnas del templo de Júpiter. Una de las postales más famosas del Líbano

Emplazada 90 km al noreste de Beirut, sobre el valle de Békka y a las faldas de la montaña libanesa (fortaleza sagrada de los cristianos maronitas y de sus ancestros bíblicos, los hititas) Baalbek surge a la historia del mundo como metrópolis cananita dedicada al culto de Baal: principal divinidad del panteón nor-semítico, asociado con la fertilidad, la tormenta y la figura del toro.

"La casa de Baal" fue hace 3000 años la Meca del mundo antiguo para gran parte de los pueblos levantinos y del Asia Menor (actual Turquía), independiente de su origen étnico pues incluso los hititas y los mitanios -de origen ario- rindieron culto a las divinidades sirio-arameas, lo cual devela el temprano nivel de interculturalismo y mestizaje acaecido entre los distintos grupos étnicos que habitaron el antiguo Medio Oriente. 

Los navegantes fenicios transmitieron el culto más allá de la Media Luna Fértil y lo propagaron por todo el espacio Mediterráneo (las islas de Chipre, Sicilia, Italia, España, Noráfrica) e incluso hacia el Atlántico y las islas británicas. Han-Baal (Aníbal): el gran caudillo cartaginés que estuvo a un paso de absorber a Roma en las primeras Guerras Púnicas (siglo III a II a.C.), tributaba con su nombre al dios de sus antepasados fenicios y Heliogábalo: emperador romano nacido en Siria, llegó incluso a ser sacerdote en el culto de una divinidad asociada: El-Gabal. Sólo los hebreos despreciaron abiertamente la figura de Baal, contraponiéndola a Yawé y es desde su mala publicidad que surge el nombre de Baal Z'vuv (Belcebú), un símil de Luxfer (Lucifer) o de Seitan (Satán) y otras divinidades pretéritas transmutadas en demonios.

Baalbek que remonta su historia a más de 5000 años en el pasado, fue conquistada por las tropas de Alejandro Magno en el 200 a.C. formando parte de la demarcación siria del Imperio Seléucida, con la consecuente helenización del territorio que transformó la casa de Baal en una heliópolis griega, es decir una ciudad santa destinada al culto de Helios (el dios Sol). 150 años más tarde la Siria seleúcida fue conquistada por los romanos y la heliópolis, otrora casa de Baal, pasó a convertirse en la ciudad de Júpiter: distinguida divinidad del panteón latino, que al igual que Baal era dios del rayo y primo inter pares de la trinidad capitolina. 

Templo de Baco

La fusión de elementos culturales y espirituales semíticos e indoeuropeos (romano, griego, hitita) hará de Baalbek una especie de encrucijada politeísta que congregó en un mismo priorato los cultos mediterráneos de Baal, Jupiter, Helios, Astarté, Tammuz, Venus y El. Sólo bastaría el surgimiento de una religión aglutinante y gradualmente intolerante (el mitraísmo primero, el cristianismo después) para desplegar un sincretismo religioso que con el paso de los siglos absorbería los cultos y relegaría los dioses a la condición de idolatría y herejía, imponiendo en su lugar la liturgia monoteísta hebraica y la veneración del ávatar Joshua-Kristos.

Una vez perdido el favor de los dioses, Baalbek que además era granero de Roma, comenzó a declinar como metrópolis de interés cultural/espiritual lo mismo que Egipto, Babilonia y otros "enclaves de poder" del antiguo mundo politeísta. Con el arribo del cristianismo en el siglo IV d.C., sus templos paganos pierden toda filiación simbólica de carácter iniciático, pasando a convertirse en monasterios e iglesias. En el 526 d.C. el emperador Justiniano comete el sacrilegio de extraer ocho columnas del templo de Júpiter y emplearlas en la construcción de la Basílica de Haga Sofía (actual mezquita imperial) en Constantinopla, hoy Estambúl.

La disyuntiva eclesiástica sobre la naturaleza de Cristo (¿hombre?, ¿Dios?, ¿hijo de Dios?, ¿profeta?) que se extendió durante los primeros cuatro siglos de la cristiandad fue la causa raíz del deterioro de Bizancio y de la segmentación ideológica entre ortodoxos (cristianos bizantinos), católicos (cristianos occidentales) y herejías orientales como el nestorianismo. Baalbek como el resto de Siria, se inclinó por la postura oriental, ganándose la enemistad de Constantinopla lo que derivó en el 637 d.C. en una rauda conquista por parte de los musulmanes árabes, cultura tolerante -en principio- con los fieles monoteístas de todas las derivaciones (cristianos, judíos, mazdeístas) y que además eran un pueblo cercano en la lengua y en la cosmovisión al sentir religioso de los pueblos levantinos.

Ciertamente, Baalbek no recobra sus viejas glorias bajo dominio árabe, ni tampoco repunta su posición en poder de los cruzados que a fines del siglo X d.C. recuperaron parte de Siria y Egipto para dicha espiritual y económica de la iglesia occidental. Lo que sí podemos suponer -a la luz de las enseñanzas esotéricas- es que tanto en Baalbek como en Jerusalén y Egipto, la orden de los Caballeros de Cristo (los Templarios) logró compilar buena parte de sus conocimientos iniciáticos y del poder oculto que encierran los templos (geometría sagrada) para replicarlos en el arte gótico y en la construcción de las grandes catedrales de Europa, además de transmitirlo a principios del medioevo en forma de alegorías y herramientas simbólicas a nivel de las cofradías de albañiles que como bien sabemos son el origen del escolaticismo europeo y del filosofar masónico y rosacruz. Decidora entre muchas otras referencias es la leyenda de Hiram Abif.


Pero más allá del recuento histórico que hemos hecho hasta ahora, coincidimos con René Guenon en que la antigüedad anterior al siglo V a.C. está regada de una tela de misterio y lo que debió ser -desde la óptica del historicismo- el alba de la civilización humana, probablemente no fue tal. Todo parece indicar (y en esto creemos a los historiadores heterodoxos) que la humanidad no partió de cero ni en Mesopotamia, ni en Egipto, ni en China ni en la India, aquellas primeras civilizaciones a lo sumo parecen replicar la ilustración de una humanidad muy avanzada tanto científica como espiritualmente aunque caída en desgracia, lo cual es computado por algunos mitos muy antiguos y comunes a la transmisión oral de varios pueblos como son -por ejemplo- el mito del diluvio universal o del hundimiento de la Atlántida.

Los egipcios y los antiguos griegos aludieron la autoría de sus conocimientos a antepasados atlantes e hiperbóreos venidos desde un norte místico y su ciencia -radicalmente distinta de la concepción mecánica y materialista de la nuestra- integraba elementos metafísicos y racionales demasiado prolijos y evolucionados como para poder adjudicarse a seres de la era neolítica con inquietudes propias de la civilización agrícola. La transmisión de estos "conocimientos atlantes" o hiperbóreos (relativos a la astronomía, la astrología, la alquimia, la geometría y las matemáticas sagradas) recayó fundamentalmente en una élite monástica como la formulada por los sacerdotes de Thot, que los conservó celosamente durante siglos.

El principio de correspondencia o relación del microcosmos (nuestra realidad tangible) con el macrocosmos (los mundos superiores) fue transmitida en forma de alegorías por las castas sacerdotales a través de mitos donde comúnmente interactuaban los dioses (o sus equivalentes: los ángeles en la tradición católica y musulmana) con la especie humana, una relación sincrónica semejante a la que se da entre los planetas y el Sol o a la de las estrellas con las constelaciones del firmamento. El templo -en la cosmovisión de los antiguos- representaba justamente aquella relación del hombre con los inmortales, del microcosmos con el macrocosmos, cada templo (los de Baalbek incluidos) era una máquina cuántica donde se producía la alineación cósmico-geométrico-espiritual entre este mundo de baja vibración y las esferas o planos superiores  ("como es arriba es abajo" decreta el Kybalión).

El hombre antiguo -directa o indirectamente- bebió de aquellas prístinas aguas del conocimiento y es por esta razón y no otra que los grandes templos de la antigüedad, así como buena parte de los de la Edad Media y del Renacimiento (que recuperaron desde el influjo oriental y principalmente islámico, el sentido simbólico de la construcción templaria) fueron construcciones tan espléndidas y complejas, pero que hoy tristemente carecen de sentido para el hombre contemporáneo que es incapaz de identificarse ya con lo metafísico ni de comprender siquiera que todo afán de grandeza en la humanidad más arcaica fue inspirado por la realidad intangible mediante símbolos y alegorías.

Tres enormes trilitones (bloques graníticos) descollan entre las ruinas del complejo templario en Baalbek, siendo un enigma persistente el porqué de sus titánicas medidas. Las columnas románicas que a 2000 años de su construcción siguen en pie entre las ruinas y se perfilan entre las más altas del mundo antiguo, son insignificantes ante la magnitud de aquellos trilitones jamás erguidos y que ni siquiera nuestro actual bagaje en tecnología y obras civiles podría permitirse levantar. Parece ser que estas estructuras poseen un origen megalítico y se encuentran asociadas con la red de templos rudimentarios de piedra que aún subsisten en Malta, Cerdeña, Stonhenge (Inglaterra), los Balcanes y Rusia. .................................................................¿Quiénes construyeron estos templos?: probablemente los primeros pueblos agrícolas, que extendieron su influjo por Europa y Medio Oriente hace 8000 años, ¿cuál fue la finalidad de estos templos?: esto sigue siendo un misterio, aunque cada vez parece menos convincente la teoría de que estos tempranos asentamientos humanos dedicados al culto de los astros y de las fuerzas naturales, fueran obra de seres toscos que apenas comenzaban a descubrir el poder de los elementos. 

Aquí suponemos todo lo contrario y aunque parezca ficción nos alineamos con Guenon, con Évola, con Serrano y otros tantos iniciados para sostener la teoría de que aquellos primeros constructores templarios -los primeros geómetras- fueron una élite de supervivientes, provenientes de la humanidad atlante o hiperbórea (según denomina la tradición oral griega y egipcia) que ordenaron la construcción de templos como portales cuánticos hacia los mundos superiores y de allí la monumentalidad de aquellas tempranas obras sacras, que el hombre actual observa con ojos profanos intentando dilucidar las técnicas con que fueron edificadas y desconociendo mucho más el móvil que impulsó a crearlas.

Cobijada por un cosmos cívico-religioso entre el llamado a las mezquitas desde los alminares y las cruces de las iglesias ortodoxas, Baalbek persiste en el tiempo como testimonio de un eterno recuerdo que conecta a los hombres y mujeres de la nación de los cedros -así como a los millones de visitantes de todo el mundo- con un pasado glorioso que posa sobre la grandeza espiritual y técnica de nuestros ascendientes y que además intuye los pilares metafísicos sobre los cuales se estructuraron las civilizaciones más antiguas de la Cuenca del Mediterráneo y Medio Oriente.

Magnitud de uno de los tres trilitones, la imágen habla por sí sola.

viernes, 20 de mayo de 2016

San Jorge, arquetipo de la voluntad


Es el santo patrono de Inglaterra y Cataluña, investidura del país de Georgia, nombre de pila entre los primogénitos cristiano-maronitas del Líbano, de los cristianos armenios y de los cristianos ortodoxos de Grecia, Bulgaria, Rusia y la Europa Oriental en general. Su cruz flamea en la bandera de Malta desde tiempos de las ordenes caballerescas que salvaguardaron el Santo Sepulcro en Jerusalén y una pequeña cueva en Capadocia (Turquía) sugiere ser su lugar de nacimiento en el año 279 d.C., a la vez que una ciudad de la antigua Palestina llamada Lydda (hoy la Lod israelí) es proclamada como la tierra que cobija sus restos y donde además creció y se formó como soldado romano, velando un misterio tal vez más arcaico que la propia cristiandad.

¿Quién fue San Jorge?, ¿qué máximas representa su mito?, ¿existió realmente el dragón que la leyenda le adjudica haber derrotado?, ¿cuál es su relación con el cristianismo? y si es un Santo cristiano y católico, ¿por qué es también reverenciado por los musulmanes del Levante?, ¿qué tradición (es) olvidada se esconde tras la quimera del héroe mitológico más reputado del Medioevo?, ¿cuál es su relación con el dios Apolo de la mitología greco-romana y con el dios Agni (mencionado en el Rigveda) del panteón indo-ario? Preguntas de esta índole son las que pretendo argüir en la presente misiva.

George (inglés), Giorgios (griego), Jorge (español/portugués), Yaris (árabe levantino), Jordi (catalán), Georges (Francés), Khodor (árabe coloquial), Giorgio (italiano), Yuri (ruso, eslavo) y Jörg (alemán) son variables lingüísticas de un mismo nombre, atribuible a un santo y mártir cristiano que -cuenta la leyenda- vivió entre los años 279 y 303 d.C. en tierras del Asia Menor y Medio Oriente, hijo de un servidor de Roma de origen persa y de una mujer de Capadocia. Aquel Jorge fue educado bajo los códigos de la cristiandad proscrita aún en aquellos años y de la cultura romano/griega de Oriente llegando a convertirse en legionario, lo cual -sintomático de una época convulsionada- produjo un quiebre en su propia historia y personalidad, siendo condenado a muerte (decapitación) en la ciudad de Nicomedia al no renegar de su religión, considerada el cáncer de Roma.

Lo descrito hasta ahora, es común denominador en la historia de muchos santos de la temprana cristiandad, una era donde (los últimos coletazos de) el pragmatismo romano debió colindar con la unción espiritual proveniente de Oriente, generando un sincretismo gradual que se extendió a lo largo de muchos siglos hasta derivar en la instauración del catolicismo, un trayecto sembrado de mártires como San Jorge y es que al decir de Herman Hesse en "El Lobo Estepario" (1927), son las almas que moran en la confluencia de dos eras diferentes -pero consecutivas- las que están condenadas al padecimiento. La Primera y la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, son un cruenta manifestación de ello: el forzoso quiebre de los valores tradicionalistas, en pos de la consolidación del utilitarismo neo-liberal. 

Jorge, soldado de roma, pero a la vez caudillo de la cristiandad debió decidir su verdadera militancia, siendo el martirio la manifestación de su voluntad. La historia certera de su muerte, se convirtió tiempo después en crónica cristiana y de crónica se transmutó a mito, de manera que el santo que ajustició al dragón no es más que un arquetipo: el dragón representa a Roma y Jorge la convicción en Cristo y algo más: es el espectro del "Oriente" engullendo al Imperio Occidental desde adentro, pues no debemos olvidar que Jorge provino de las regiones orientales y por sus venas corría sangre persa, de aquel pueblo de exóticos, magos y esotéricos que fueron concertados como el tropo de todo lo oriental por los griegos  y que en su periodo de mayor gloria, tuvieron por emperador a un tal Jerjes (Xerxes); Jerges -curiosamente- es la verdadera genealogía del nombre Jorge. 

Capadocia, lugar de nacimiento de San Jorge es además uno de los emplazamientos más enigmáticos del planeta. Una civitas fundada y modelada sobre un conglomerado de cavernas, que tuvo su mayor auge cultural y artístico dos mil años antes del nacimiento de Cristo, en tiempos de los hititas: la primera comunidad de origen indoeuropeo (o ario) en desarrollar la civilización, bajo influencia de las culturas mesopotámicas. Uno de los principales dioses del panteón hitita fue Asksepa, el "divino centauro" quien como San Jorge evoca el poder de los equinos: animal sagrado entre los pueblos arios y turanios. El arquetipo del caballero andante que derriba al dragón, puede en este sentido provenir tanto de una variante mitológica medieval como ser atribuído a Asksepa, es decir a un mito propiamente capadocio, hitita o ario arcaico.

La conexión indoeuropea ha sido también evaluada por grandes místicos ariosofistas como el Barón siciliano Julius Évola, quien también afirmaba que el concepto de jihad-al-akbar (traducido como "la gran Yihad" o guerra al interior del alma humana) fue un préstamo de la espiritualidad aria de Irán y de la India al mundo islámico. El arquetipo de San Jorge representa en tal caso EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD sobre el mundanismo: las bajas pasiones, el facilismo, la mediocridad, la pereza... el dragón será finalmente la serpiente del kundalini que al ser derrotada o más bien dominada (como no pudieron el Adán y Eva judeocristianos) permite la culminación del Übermensch: Superhombre, Hombre Verdadero u Āryā (renacido), aquel ser ecuánime e incorruptible que apuntaron a construir por una vía inciática las doctrinas monástico-militares de los assasin persas, de los caballeros templarios, del Prusianismo, del Fascismo italiano y del Nacional Socialismo alemán, entre otras.

En su libro titulado "La Lucha con el Dragón: la Tiranía del Ego y la Gesta Heroica Interior" (1999), el español Antonio Medrano relaciona el arquetipo de San Jorge con el dios griego Apolo y con los dioses Hayagrīva y Agni de la India. Apolo: divinidad que actúa desde lo alto como emisario de la luz, de la verdad y de la purificación, derrotó también a un dragón (Pitón) que encarna exactamente lo mismo que el dragón de San Jorge: las bajas pasiones que nos restan beatitud y nos esclavizan a la pobredumbre genésica del Kali-Iuga. Lo mismo sobreviene en los arquetipos de Hayagrīva (dios cabeza de caballo) y Agni, este último integrante de la "Trinidad Védica", un dios de fuego comúnmente representado a galope sobre un minúsculo cabrito, Agni personifica la verdad purificadora, la ignición de la voluntad hecha carne: cual Cristo o Apolo, venido del elíseo para confrontar las rastreras energías que enturbian la esencia divina del ser humano. 

En mi niñez un cuadro de San Jorge traído desde el Líbano por uno de mis tíos despertó en mi mente embriones de curiosidad, duda, recelo. ¿Cómo era posible que cierta gente (adulta por lo demás) tuviera fe en un santo que mató a un dragón? ciencia ficción pura. Sabemos que existieron los dinosaurios por sus remanentes petrificados, ¿pero quién alguna vez ha visto siquiera los restos de un dragón? ¿quién en su sano juicio puede dar crédito de que en algún intervalo de la era cristiana, el ser humano coexistió con seres prehistórico-mitológicos que tal vez nunca existieron o a lo sumo antecedieron por millones de años nuestra existencia? no era algo lógico desde luego y sólo un idiota o un niñato podría agotar allí su intelección. 

Los arquetipos moran y subsisten entre nosotros, superan en ocasiones nuestro poder de comprensión pues los llevamos adscritos en el ADN y son legado de nuestros supersticiosos pero muy sabios antepasados. Como quien concibe las bondades del amor y de la pasión en la forma de un burdo corazón simbólico o a la maldad del mundo en la figura de un demonio caprino, los arquetipos son meras metáforas de nuestra naturaleza heroica y/o pusilánime. Pueden los sectarismos religiosos o el hiper-secularismo de nuestros tiempos atomizar a las regiones del planeta, pero jamás podrán seccionar del todo el Cordón Dorado que hila las verdaderas tradiciones del espíritu; así dicho los héroes y las causas de los antiguos no son pasta del olvido, revienen una y otra vez en el inconsciente colectivo de sus descendientes. 

El dragón (la vehemencia, la ignorancia y el adocenamiento contemporáneo) sólo puede ser reprimido en el interior de cada ser humano con el venablo de su voluntad. Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera (Kybalion) - San Jorge nos recuerda que la gran guerra de guerras se libera día a día al interior del alma humana. El blanco corcel que acompaña la iconografía del santo, representa a su vez el ímpetu guerrero y la pureza del pensamiento elevado.

martes, 3 de mayo de 2016

Donald Trump: el payaso que dice las cosas de frente


Corre con ventaja hacia la consolidación como candidato único del Partido Republicano, de cara a las elecciones presidenciales del próximo 8 de noviembre en Estados Unidos. Polémico y deslenguado, este patético pelirrojo de 69 años, nieto de alemanes, empresario inmobiliario y licenciado en Ciencias con mención en Economía y Antropología de la Univeridad de Fordham, podría llegar a convertirse en el Presidente número 45 del país más poderoso del mundo. 

Su rápida ascensión al poder, producto de su subversión y penetración mediática, son síntomáticos del desgaste del sistema político norteamericano y desde luego de la decepción de los últimos gobiernos demócratas encabezados por Obama, tanto en política local como internacional. En un país que a toda costa quiere volver a recuperar su posición de liderazgo económico, político y moral en el mundo, pese a las muchas fisuras (oscurantismo y corruptela) que lo corroen, Donald Trump es el arquetipo que mejor calza en la postura de "redentor": Exitoso, agresivo, conservador, chauvinista y desde luego blanco como los "fundadores de la patria". Un demagogo peligroso, que es a los mexicanos como Hitler fue a los judíos.

Para la Ciencia Política, la figura de Donald Trump formaliza todas las condiciones del liderazgo mesiánico de tiempos de crisis, un perfil político que a menudo se desmarca de la democracia, en especial cuando esta ha perdido credibilidad entre los ciudadanos y electores. El liderazgo mesiánico de tiempos de crisis es lo que definió -por ejemplo- la ascensión de Mussolini o Hitler al poder de sus respectivas naciones, tras el descrédito de la democracia liberal en los años '20 y '30 del siglo pasado. Lo mismo podría decirse de la "teocracia" iniciada por el Ayatollah Khomeini en Irán el año '79 o de la llegada de Salvador Allende y la Unidad Popular junto con el consecuente golpe de Estado en el Chile de los años '70, ambos fenómenos producto de una crisis de representativad y una polarización excesiva, que son desde luego los peores indicadores para un régimen político que se exalta a sí mismo como el más integrador e igualitario.

El Estados Unidos contemporáneo ha sido caldo de cultivo para una realidad semejante, un país que es considerado máximo paradigma de la democracia, pero que curiosamente sólo a fines de los años '60 culminó su appartheid, otorgando espacios de participación certeros al pueblo afroamericano y que pese a ser exaltado como una nación de inmigrantes, que tras las últimas dos grandes guerras mundiales abrió sus puertas a los mejores elementos intelectuales y laboriosos de Europa y Asia, debe hoy hacer cara a la masiva inmigración de latinos (sobre todo de mexicanos) que cruzan las fronteras del sur, no en búsqueda precisamente del sueño americano sino para escapar de la pobreza y del hampa y -en el menor de los casos- como intermediarios en las redes de narcotráfico que no son exclusivamente un dividendo latino, es consentido en cierta medida por los propios gobiernos y sus camarillas.


Aquella cara doble de los Estados Unidos -tan propia también de los países latinos, incluido Chile- es lo que en el fondo fue fragmentando paulatinamente la solidez política, social y económica del país del norte, que extrapola su desbarajuste interno en una política exterior turbia y liosa, devastando países ya inestables como Iraq, Siria, Afganistán o Libia, ganándose la enemistad de poderes regionales como Corea del Norte, Irán, Pakistán y Venezuela, generando desconfianza en colosos como Rusia, China y hasta en la Unión Europea o vendiendo el alma en sus alianzas con Israel y Arabia Saudita, a cambio de salvaguardia bursátil y abastecimiento petrolero.

En la interna, un estúpido que tiene la desfachatez de declarar que será el mejor Presidente que Dios jamás haya creado sólo puede lograr apoyos entre un electorado igualmente estúpido o en una nación que ha caído en la más honda hipocresía y en el más profundo de los barrancos morales. Sin embargo las encuestas arrojan que un 56% del electorado republicano manifiesta su apoyo al empresario, oferente de enmiendas tan deficientes como la de deportar a 11 millones de inmigrantes de los EE.UU., cerrar las fronteras del país a los inmigrantes musulmanes, construir un muro en la frontera con México y poner cotos a la economía china. Trump no es un político, es simplemente un payaso, la encarnación misma del liderazgo mesiánico de tiempos de crisis, de una crisis que va más allá de la pos-recesión, pues tiene matices económicos, raciales, culturales, éticos y espirituales, catastro de una regencia que pasó de amparar el alto valor de la libertad a la necesidad de suprimir el libertinaje y establecer nuevos valuativos.

Donald Trump es un sujeto peligroso y lo es tanto para quienes lo reprueban, como para su propio electorado que ha olvidado o pretende ignorar que el suyo no es un territorio aislado sino un país desde siempre permeable a los movimientos migratorios y que desde ellos -en base a valores democráticos inmutables- logró construir una colectividad próspera y dechada. Nativos americanos, ingleses, alemanes, africanos, irlandeses, judíos, italianos, polacos, árabes, cubanos, filipinos, japoneses, mexicanos, son algunos de los muchos elementos raciales y culturales recurrentes en su población de casi 320 millones de habitantes que mediante contraste, diálogo y aprendizaje mutuo hacen posible la modernidad y la tasación del interculturalismo.

Al igual que el Ku Kux Klan, las Panteras Negras, la Nación del Islam y otros movimientos supremacistas internos, las propuestas de Trump son fragmentarias y anti-americanas, dado que atentan contra el espíritu de la democracia, a la que debemos entender más como un fin que como una realidad consumada, lo cual se hace más evidente aún en un país cosmopólita, abierto al mundo y en constante transformación como son los Estados Unidos.

sábado, 23 de abril de 2016

Santiago: Urbe e Imbunche en la narrativa de Carlos Franz


Fundada en las faldas del Cerro Santa Lucía, símbolo católico en la crónica oficial, pero una gabela a Lucifer: "el lucero del alba" en el arcano gnóstico y masónico, que es además reverberación del Huelén mapuche: la gran altura en medio del valle, desde donde los legítimos habitantes de Santiago observaron e interactuaron con los astros y la magia cósmica.

Santiago de Chile es una ciudad mágica y trágica, la expresión de un presente exitista, eufórico y cortoplacista que procura ocultar para siempre sus miserias y sepultar un pasado tras otro, que vuelve a re-emerger desde las entrañas con el nauseabundo hedor de las "causas no resueltas". Una capital que es expresión de nuestra propia idiosincrasia: boyantes por fuera, marchitos por dentro, la glorieta de tantas historias, vivencias y fantasías, desde el costumbrismo (de tiempos de la Guerra Civil) de Blest Gana a la mundología de Fuguet y las atemporales cavilaciones de Carlos Franz, cuyo retrato de Santiago he querido hoy parafrasear.

Como buen hijo de provincia, las primeras imágenes de Santiago que almaceno en mi memoria son las de la descomunal metrópoli céntrica: el perímetro en torno a la Alameda, la casa de gobierno y los edificios ministeriales, enfundados de la más bella arquitectura británica del siglo XIX. Era desde luego también, la ciudad de Fantasilandia, de Mundo Mágico, de la gran juguetería Otto Kraus en Las Condes y cuanto voladero de luces pudo atraer -por medio de la "caja tonta"- la mente de un niño a comienzos de los años '90. 

Ese Santiago a la vez clásico y moderno, inabarcable y entretenido, también se me manifestaba misterioso y peligroso. Emplazado 800 kilómetros al norte de la gran ciudad, viajar a la capital era toda una experiencia que mis padres eludían y yo añoraba. De aquellos primeros viajes, se me agolpan algunas experiencias tumultuosas como la primera vez que presencie una persecución y linchamiento público a un carterista o "lanza" en pleno Paseo Ahumada, también un operativo policiaco contra "terroristas políticos" de la época, que no encontraron mejor lugar para fondearse que el mítico local de comidas "Los Pollitos Dicen", otro recuerdo bastante curioso es el de haber presenciado el desentierro de unos restos prehispánicos, que salieron a la luz mientras se realizaban obras en la Plaza de Armas y el fallido asalto de una casa de cambios.

Sin saberlo, pero sin duda intuyéndolo, en cada uno de aquellos eventos me fue manifestado -a la tierna edad de cinco o seis años- el Santiago inhumado, la puerta al submundo donde pululan los antisociales, donde la pobreza que jamás ha sido zanjada sino relegada y desterrada, hostiga con efecto boomerang, recordándonos que no somos un país, menos aún una sociedad "desarrollada". Santiago Centro, corazón político y tradicional de la gran ciudad, con su arquitectura europea y su art decó se erige sobre un gran radier que oculta la fosa de los indígenas, de los tísicos y de una ciudad de barro, rehecha varias veces sobre restos siniestrados por terremotos e incendios. Aún detrás de sus bellas fachadas, los viejos edificios encierran conventillos donde convergen los dramas y conflictos del inmigrante y del ciudadano pobre.

Qué decir del Gran Santiago, reflejo y símbolo del quiebre de nuestras clases sociales. El Chile popular y el Chile privilegiado se dividen en el sector de Plaza Italia: una verdadera línea del Ecuador que se alza como muro invisible pero inexpugnable entre el "país que queremos ser" y el "país que realmente somos". 

Y es sobre muros, imbunches (deformidades) y pasados que  revienen -por ser más reales y vigentes que la fugaz ilusión del presente- que trata justamente la obra de Carlos Franz; resuelta en novelas como Santiago Cero (1988) y sobre todo en el ensayo titulado La Muralla Enterrada (2001) que inicia justamente con un recuerdo del autor, que a mediados de los '70 presenció junto a medio Santiago el reflote de una muralla fundacional de la ciudad, desenterrada a raíz de las obras de construcción del Metro. Aquella "aparición" da pie a una serie de reflexiones de índole social, cultural, urbanística, histórica y demográfica, ilustradas por buena parte de la literatura chilena del siglo XX que relata a la ciudad, sus costumbres y sus gentes.

Carlos Franz, abogado y escritor nacional de 57 años, se formó en los talleres literarios del laureado José Donoso. De allí que su obra -sin dejar de ser objetiva- tenga notorias pinceladas de realismo mágico o al menos una importante carga simbólica, que es además congénita a la casta de escritores nacionales y en especial capitalinos, que como Augusto D' Halmar, Jenaro Prieto, Jorge Edwards y el propio José Donoso metaforizaron la ciudad, hasta volcarla en "el gran eco" de las aspiraciones, frustraciones y contradicciones del chileno y del santiaguino común.

En La Muralla Enterrada, Franz describe "el espíritu de los barrios": "La Chimba" (Barrio Recoleta e Independencia), La "Ciudadela Amurallada" (Santiago Centro), "Barrio Estación", "Matadero" (Barrio Franklin), "El Zoco" (Calle San Diego), "La Ciudad de los Césares" (Alameda, Parque O'Higgins y el Cerro Santa Lucía) y "El Jardín" (Barrios Altos),  escrutando su historia, su épica y revelando la construcción (hacia dentro y hacia fuera) que surge producto de aquella narrativa, donde los muros -hoy inexistentes- y las fronteras naturales (ejemplo las distintas riberas del río Mapocho) segregan menos que las imágenes y una construcción verbal que atomiza Santiago en sus muchos frentes y comunas, dándonos la impresión de que las divisiones o murallas son realmente indestructibles, puesto que no sólo brotan desde su demarcación oficial sepultada bajo la ciudad, emergen todo el tiempo desde lo más profundo de nuestro subconsciente, fracturado desde la colonia.

La Muralla Enterrada es una obra que recuerda (y antecede de hecho) el estilo de la galardonda Estambúl. Ciudad y Recuerdos (2005) que le valiera el Nobel de Literatura al turco Orhan Pamuk en 2006, un cuadro de la ciudad pintado con la esencia de sus habitantes que al igual que en el libro de Pamuk manifiesta un ocaso: el de una capital, de un país y de una sociedad aún indefinida, no entre Oriente y Occidente -como ocurre en el caso turco, plasmado por Pamuk- sino entre la identidad persistente y la identidad de paso, entre el "ser de aquí" y el ser impostados, ¿que es la muralla enterrada bajo Santiago, sino una metáfora acerca de nuestra propia in-definición como sociedad e individuos mitad nativos, mitad apátridas?

martes, 19 de abril de 2016

El legado de Aylwin


19 de abril de 2016 es un día que se inscribe con tribulación en nuestra historia. Hoy partió un gran hombre, primer Presidente de la República de Chile desde el retorno a la democracia el año 1990, un político de vieja estofa, de los muchos -tiempo ya en retirada- que emprendieron dilatado camino hacia el porvenir del país, impulsados por fundamentos valóricos que no pactan con el utilitarismo ni con la visión tan desdichada de la realpolitik. 

Miembro y Presidente de la Falange Nacional que fue la génesis de la Democracia Cristiana en Chile, don Patricio Aylwin Azócar formó parte en un bastión de jóvenes católicos que entre los años '40 y '50 del siglo XX ciñeron el mensaje del padre Alberto Hurtado, bregando por un Chile justo, emprendedor, fraternal y capaz de sobreponerse a la pobreza. Abogado de profesión al igual que otras luces falangistas como Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic y Rafael Agustín Gumucio -todos vástagos de las clases acomodadas o de nuestra trasnochada aristocracia, aunque tremendamente inconformes con la molicie de sus ascendientes liberales, conservadores y radicales- Patricio Aylwin se convirtió en portavoz de una generación visionaria que decidió desvincularse de las élites para horadar vedados espacios de participación e inclusión que permitirían emprender de una vez por todas la evolución política de Chile.

A lo largo de sus siete décadas de actividad política, Don Patricio Aylwin emprendió varias veces el cometido de democratizar a Chile, siendo el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) y el Gobierno Militar (1973-1990) las bardas más duras que debió sortear en su carrera política. Y aunque la historia no haga cuenta de ello abiertamente, se sabe que en su posición de influyente tanto en la Democracia Cristiana como en la política nacional, Aylwin Azócar apoyó sutilmente el golpe de Estado, esto a raíz de las vejaciones constitucionales que hicieron peligrar la continuidad democrática. Indudablemente el clavo sacó una espina, pues como muchos tal vez no previó que los militares se entronarían durante diecisiete años en el poder, liquidando la constitución política (de 1925), erradicando la democracia, instaurando el terror y gobernando a fuerza de decretos.

Siempre fiel a sus principios, lideró durante aquellos diecisiete años la oposición a la dictadura, de la mano de la Iglesia Católica y los movimientos sociales, fue desde luego el candidato indiscutible para presentarse a la candidatura presidencial del año 1989, corolario del plebiscito del año anterior que desembocó en una aplastante victoria para la Concertación de Partidos por el NO, la cual aglutinó fuerzas que iban desde miembros moderados del partido comunista, socialistas, radicales y democristianos a añosos cofrades del Partido Conservador, desencantados con las políticas neoliberales del Gobierno Militar.
  
Patricio Aylwin y su mujer celebrando el retorno de la democracia (año 1990).

Como primer Presidente -democráticamente electo- desde el año 1970, Aylwin Azócar continúo trabajando duro por la consolidación democrática y la sujeción del proyecto social-cristiano en Chile. La prepotencia de los militares (que se manifestó crítica en coyunturas como el "Boinazo" de 1993) y la implacabilidad del sistema económico -instaurado a modo de experimento en el país por la escuela de Chicago en los años '80- fueron sus más hostiles obstáculos, que fue acomodando tenazmente en base a su precedencia por la transigencia y el diálogo. A los militares los regresó al cuartel y al modelo económico instauró candados y engranajes que permitían espacios al asistencialismo, al punto que el nuevo modelo económico: de "Economía Social de Mercado" se convirtió en objeto de estudio para la Ciencia Política y en referente para las economías emergentes.

Doctor Honoris Causa de quince universidades (siete chilenas) y Presidente de la Democracia Cristiana en siete oportunidades -con una valía distinta desde luego a la de delincuentes como Jorge Pizarro o Gutemberg Martínez- durante sus cuatro años de gobierno como titular del nuevo Chile (1990 a 1994) Patricio Aylwin avanzó grandes pasos y ciertamente reculó en algunos, el más reprochable quizás: la negociación con sabor a derrota en el litigio de los Campos de Hielo Sur con la Argentina, país que aprovechó la difícil coyuntura nacional para elevar sus demandas y sacarlas victorioso. Sin embargo -concluyamos objetivamente- Don Patricio Aylwin sumó muchos más triunfos que fracasos, sembrando un camino de optimismo y progreso para una sociedad que a veintiséis años de haber recuperado la democracia, sigue sorteando los mismos baches en su tranco hacia la equidad y el desarrollo, pero con mejores y más sofisticadas herramientas.

sábado, 16 de abril de 2016

Varegos, normandos y saqalibas


Emergieron en la historia en épocas tan tardías como los siglos IX y X de la era cristiana. Familiares escandinavos de las hordas germánicas que invadieron el segmento occidental del Imperio Romano en la Alta Edad Media, su belicosidad y crueldad primigenia recordó -en efecto- el saqueo de Roma por los vándalos en el 455 d.C. y su posterior ocupación de Hispania, las islas mediterráneas (Baleares, Córcega, Cerdeña) y Cártago (Túnez) en el Norte de África.

Hoy sabemos que los normandos -también llamados vikingos- descubrieron América desde la ruta Islandia-Groenlandia con mucha anterioridad a Colón, aunque muy posterior a las incursiones fenicias de siglos antes de Cristo. Eran desde luego una raza de guerreros y navegantes, cuyo principal interés radicaba menos en conquistar territorios ignotos y acaparar sus materias primas que en dominar las rutas comerciales del viejo mundo; y es así como se lanzan a la conquista del Atlántico, del mundo báltico, la Rusia Oriental y el Mediterráneo, llegando a constituir reinos en Gran Bretaña, en el norte de Francia (Normandía), en el sur de Italia y en Antioquía (región costera de Siria-Anatolia) tras las cruzadas.

Empleados como mercenarios por Bizancio, ejércitos de varegos defendieron durante centurias las fronteras de la cristiandad occidental en campañas mucho más arduas y onerosas que la de Poitiers (en el 732), recordada injustamente como el gran triunfo de la cruz sobre la expansión mahometana en Occidente. Otras masas de mercenarios nórdicos fueron reclutadas también por los musulmanes, mezclándose entre los saqalibas (eslavos) para ser destinados como milicias extranjeras en al-Ándalus, Siria y Noráfrica, regiones cosmopolitas donde el dominio árabe se vio reducido a aspectos administrativos.

La Guardia Varega

Existe más de una razón por la que el Imperio Romano de Oriente (Bizancio) sobrevivió mil años a la caída de su equivalente occidental. Soportó con anterioridad la incursión de los godos, pero pagó tributo para que el grueso de las hordas germánicas centro-europeas prefirieran internarse en Occidente, hasta fragmentarlo y dar vida a reinos hoy transmutados a la matriz estado-nación; otra razón es que Occidente (Hispania, Britania, Galia e Italia) fue siempre mucho más exiguo en recursos económicos, materias primas y hasta en tradición y cultura frente al recio Oriente, que desde su capital Constantinopla (Actual Estambúl) gobernó la región de los Balcanes, el mundo griego (incluido el sur de Italia, Alejandría y Anatolia), Siria, Egipto, Armenia, Mesopotamia y lo más relevante: todas las rutas de acceso hacia el corazón de Asia, edén de la seda china, las alhajas y alfombras de Persia y las especias de la India.

Habiendo perdido Roma toda una tradicional potestad sobre el gran imperio engendrado con el vigor de sus legiones, la severidad de sus políticos (el Senado) y el espíritu de sus leyes, quedó reducida a la categoría de símbolo y hasta fue desplazada por otras ciudades italianas como Ravenna y Milano, esta última capital de los lombardos, los nuevos dueños de Italia desde el siglo VI d.C. El insalvable legado político de la ciudad latina fue transpuesto completamente en el Bósforo, teñido de cultura griega y espiritualidad judeo-cristiana, mientras Europa Occidental presa del oscurantismo medieval, comienza a germinar el feudalismo y Oriente Medio -desprendido para siempre de Bizancio en el siglo VII d.C.- sucumbe a las pugnas entre las distintas facciones doctrinarias del islam, las luchas intestinas por el dominio de los califatos y la intrusión de los turcos: a la postre, los más temidos enemigos de Bizancio.

Pero el Imperio Bizantino: bastión del cristianismo, de la romanidad, del arte y la filosofía griega, no sólo hizo la función de escudo entre el occidente cristiano y el mundo islámico, su influencia se propagó también -vía los Balcanes y el Mar Negro- hacia los pueblos eslavos y en particular hacia los rusos que adoptaron, entre muchos otros aspectos, la caligrafía griega y la orientación de la Iglesia Ortodoxa. El imperio asume también funciones diplomáticas como la de adoctrinar a los últimos reductos paganos de Europa, para ganar de esta manera espacios de influencia a la Iglesia Católica y sobre todo a los musulmanes. Logra catequizar a la mayoría de los pueblos eslavos y al naciente Imperio Ruso, más no a sus vecinos del norte: los varegos, que terminarán adoptando la religión católica. En cambio muchos de ellos, como así mismo rusos y eslavos, van a ser reclutados durante siglos como milicianos en los ejércitos bizantinos, conformando la llamada "Guardia Varega", un contingente militar copioso destinado tanto a las campañas fronterizas del imperio como en funciones policiacas de orden interno. 

Es a partir de estos intercambios que Europa Oriental se "romaniza" y Bizancio termina absorbiendo elementos raciales y culturales muy septentrionales.

La Italia Normanda

Castello di Venere, en el pueblo de Érice (Norte de Sicilia)

Italia no sólo es el solar de Roma; la cuna del imperio que definió y civilizó a Europa. Siglos antes del florecimiento de Roma coexistieron en la península naciones de diversos orígenes, unas provenientes de Europa Central (vénetos, ligures, raetios/germanos, galos/celtas, oscos, osco-umbros, latinos, samnitas, volcos, sículos...), unas desde el este del Mediterráneo (etruscos, fenicios, griegos) y otros, pueblos aborígenes cuyo arribo se debe rastrear hacia el temprano Neolítico y hacia la edad de piedra o Era Paleolítica. 

Se dice de la Roma pre-histórica, que era un remoto y pantanoso villorrio de relegados y campesinos, emplazado sobre siete colinas. Pero ya en aquella época coexistían sobre territorio italiano dos boyantes culturas: los etruscos de la Toscana y la "Magna Grecia" que comprendía el sur de Italia y la isla de Sicilia. Son estos dos núcleos -en orden respectivo: al norte y al sur de la región de Lacio, habitada por los latinos- los que influyen de manera decisiva en la constitución de una civilización romana que adoptará además para la efectividad de sus fines militares e imperialistas el implacable sistema de falange espartano y la estructura de las flotas jónicas y fenicias, adoptando como embarcación oficial al trirreme. 

Gracias al juicio y voluntad superior del pueblo latino, Roma conquistó a todas las naciones de Italia y en pocos siglos dominó a buena parte del mundo antiguo, extendiendo su influjo por tres continentes. Pero al ser la cuna de un gran imperio, más temprano que tarde el romano relajó sus valores, comenzó a delegar funciones militares en gentes no italianas (tracios, germanos, beréberes, etcétera) y llegado el siglo IV d.C. hasta perdió el protagonismo de su propio imperio, que trasladó capital a Anatolia (actual Turquía), bautizándola con el nombre de Constantinopla en honor a Constantino I, "El Grande", uno de los muchos emperadores nacido fuera de Italia y hasta -probablemente- sin sangre romana en las venas, este además fue responsable de incorporar los dogmas judeo-cristianos en el imperio, es decir de "orientalizarlo" presionando a una progresiva revolución eclesiástica, que estallará en la Edad Media. 

Como se comentó anteriormente, Bizancio: el Imperio Romano de Oriente, sobrevivió mil años a la caída de Italia y el resto de regiones que conformaron el Imperio Romano de Occidente, subyugados desde el siglo V d.C. por las hordas germánicas (francos, turingios, godos, suevos, anglos, vándalos, sajones, jutos, lombardos...) y por los moros desde el siglo VIII d.C, en el caso ibérico. Con el pasar del tiempo los invasores formaron reinos en los actuales límites de Francia, España-Portugal, Italia e Inglaterra, estableciendo una política de estratos jerárquico-raciales, asociados con títulos nobiliarios y derechos agrarios que recayeron en un principio sobre las familias de linaje germánico; radica aquí la génesis del feudalismo en Europa Occidental. 

Salvaguarda de la romanicie y de la cultura griega, Bizancio logró recuperar de la contención bárbara ciertas posiciones italianas, fundamentalmente lugares clave como la ciudad de Roma (símbolo imperial y corazón del cristianismo medieval) y desde luego el sur de Italia, antaño llamado la "Magna Grecia", expulsó de ella primero a los vándalos (468 d.C.), luego a los godos (535 d.C.) y negoció dos siglos más tarde la paz con los lombardos dividiéndose el territorio, sin embargo desde las costas africanas asechaban siempre enemigos más voraces: los musulmanes y los piratas sarracenos. El islam ya había echado raíces hacia el años 830 d.C. en la isla de Sicilia, lo cual significaba un peligro tanto para Italia como para los propios Bizantinos que temían una nueva escalada del islam a través de la gran isla. Incapacitados de retener las incesantes afrentas islámicas por mar en Sicilia y en el sur de Italia, lombardos y bizantinos negocian concesiones con un tercer actor, mal menor quizás, pero también cristianos: los normandos.

Hacia el año 1000 -coincidente con la época de las primeras peregrinaciones o cruzadas a Tierra Santa- los normandos o vikingos (otros nombres con los cuales se designa a los varegos) que se habían hecho cristianos según el rito católico, ya se encontraban husmeando el mediterráneo. Dueños de algunos enclaves en el Atlántico y asiduos de la piratería en todos los puertos donde recalaban sus drakkars, buscaban hacerse de un enclave en medio de las rutas mercantiles y espirituales hacia Medio Oriente. De este modo, conscientes de las intenciones normandas y presionados por su propio pavor a los musulmanes, bizantinos y lombardos les ofrecen ocupar todo el sur de Italia y la isla de Sicilia, con el compromiso de zanjar de forma definitiva los conatos de conquista de los moros. 

Es así como los nórdicos se hacen con esta región italiana, conforman el Reino de Sicilia que durará como tal dos siglos, estimulan la fusión de elementos culturales griego, latino, germánico y árabe, y convierten el sur de Italia en principal puerto de abastecimiento para la navegación cruzada. Hoy en día, en el sur de italia y sobre todo en Sicilia, donde el fenotipo de sus gentes es predominantemente mediterráneo, se continúa llamando "normanno" a los coterráneos de ojos azules y cabello claro.

Saqalibas: los musulmanes nórdicos


Un verdadero imperio marítimo -similar al configurado por los fenicios diez siglos antes- es el que llegaron a tener los normandos desde el Atlántico Norte al Mediterráneo, a esto se sumaba el dominio de rutas terrestres que iban desde Escandinavia al Mar Negro y desde el Mar Báltico al Mar Caspio, pasando por el corazón de Rusia. En el interín comerciaron con los árabes, con los persas, los turcos y los tártaros, desarrollando un mercado que iba desde las piedras preciosas al tráfico humano (esclavos), es en esta última plaza en la que mejor se desenvolvieron los judíos, traficando mujeres y niños eslavos hacia los países islamizados del sur, las primeras con destino al harem y los segundos al ejército: fueron los llamados saqalibas.

El historiador persa Ibn al-Faqih describió en su obra "El libro de los países" (930 d.C.) que los comerciantes de esclavos diferenciaron entre dos tipos de saqalibas: unos de cabello y señas claras (probablemente eslavos del norte o rusos) y otros de señas más meridionales, cabello y piel oscura (probablemente eslavos del sur o balcánicos), de la palabra "saqaliba" deriva el termino "eslavo", que hace referencia a una vertiente etno-lingüística de los pueblos indoeuropeos o arios, de la cual se desprenden subfamilias como el pueblo ruso, ucraniano, polaco, eslovaco, esloveno, serbio, croata, bosnio, montenegrino y búlgaro. De "eslavo" procede a su vez el término "esclavo", todo en una correlación que nos lleva directamente hacia la época estudiada.

Pero los ejércitos de saqalibas no estuvieron conformados exclusivamente por gentes de origen eslavo convertidos a la fe islámica desde pequeños, tras múltiples victorias musulmanas sobre Bizancio entre los siglos X y XII ejércitos completos de varegos se pasaron a los fieles de Mahoma. Se debe recordar que aquellas huestes de mercenarios nórdicos pertenecían a la más brava de las naciones de Europa, justamente la última en abrazar los evangelios; en la época analizada no operaba sobre sus consciencias una verdadera convicción espiritual, puesto que eran -en secreto- adoradores de Odín, de los elementos y de la guerra, vendiendo su coraje al mejor postor, al punto que en algunas ocasiones llegaron a enfrentarse varegos contra varegos, unos del lado de la cruz y otros del de la estrella y la media luna. 

El islam: religión de voluntad, ascetismo y perseverancia individual -al decir de Julius Évola- habría calzado mejor con el espíritu guerrero de aquellos pueblos, tras lo cual no es de extrañar que muchos pasaran de ser simples mercenarios a "muhajides" (guerreros espirituales). Ejércitos de miles de milicianos saqalibas y de varegos conversos infiltrados entre ellos, fueron destinados a al-Andalús, a Siria y el Norte de África en representación de sus mandantes orientales; el mito del "moro" como linaje conquistador de la España Musulmana -por ejemplo- no es más que una figura retórica empleada por la imaginería cristiana luego de haber reconquistado el territorio, así dicho es probable que en aún en la actualidad en ciudades como Granada, Cádiz, Huelva, Sevilla y Cordóba (núcleo de al-Andalús) pervivan más rubios por kilómetro cuadrado que en cualquiera de las regiones más septentrionales de aquel país.

jueves, 7 de abril de 2016

Nasrudín

Mullah Nasreddin ("el Sabio Nasrudín") es un curioso personaje de la epopeya islámica medieval, un predecesor del Quijote, cuyas coloquiales historias con toda seguridad debieron influir en la formidable obra de Miguel de Cervantes.

Antagonismo picaresco de la severidad de los ulemas (doctores o abogados de la ley coránica) y de la interpretación doctrinaria del Islam, las fábulas o cuentos cortos de Nasrudín manifiestan la cotidianidad y simpleza de la cosmovisión sufí, mucho más universal y descifrable por la gente común y poco ilustrada de los villorrios y campos de la sociedad feudal como así mismo por nosotros, gente de la era pos moderna que más de alguna vez hemos escuchado una de estas historias con el personaje de Nasrudín oculto tras la aparente torpeza de un borracho o la abismante sabiduría de un campesino.

En parte, uno de los responsables por popularizar (o re-popularizar) los cuentos de Nasrudín en Occidente fue el místico -de origen afgano-británico- Idriés Sháh, que entre los años '60 y '70 del siglo pasado transcribió cuatro volúmenes de historias compiladas del Quijote islámico, las cuales oyó en sus muchos viajes por el globo; y es que las fábulas de Nasrudín no se limitan exclusivamente al espacio musulmán, ni son propias del mundo persa o de Anatolia (Turquía), tierras de donde se supone provino el torpe-sabio sufí que inspiró al personaje de centenar de narraciones. 

En la península arábiga y en el norte de África las historias de Nasrudín son protagonizadas por Johá y se presume que a partir de las intermitentes conquistas y expansiones sarracenas por el sur de Italia y las islas mediterráneas durante el Alto Medioevo, el intercambio cultural exportó también las fábulas que en Sicilia -por ejemplo- son protagonizadas por un tal Giufá, derivación obvia del Johá árabe que es a su vez el Nasrudín de los persas y turcos.

En la actualidad, estos centenarios relatos son patrimonio global y corren por vía libre a través de Internet, reunidos y revisados en infinitos libros que van desde tratados de filosofía, gnósis y estudios sobre la espiritualidad sufí a textos infantiles, chistes populares y publicaciones varias, dejándonos en cada caso una lección de sabiduría o moraleja que ayuda a distender un poco nuestro transido caminar por el mundo, para re-comprender que la vida es una riqueza inestimable que se teje segundo a segundo de momentos únicos.

martes, 5 de abril de 2016

Rusia, Italia y la UNESCO se ponen en marcha hacia la futura reconstrucción de Palmira


Fue recuperada a fines de marzo por el ejército sirio que expulsó a los terroristas de Dáesh (Estado Islámico) que en octubre del 2015 ocuparon la ciudad arqueológica, dinamitando reliquias invaluables para la historia de la humanidad como son los templos de Beliceno o Baal (antigua divinidad sirio-cananea), un mítico arco del triunfo erigido por Roma en honor a sus victorias sobre los persas en la región y un complejo de torres funerarias. Hoy la milenaria Palmira, ciudad de encuentro y desencuentro entre el occidente greco-romano y el mundo persa, respira nuevamente la enigmática parsimonia de los museos y camposantos, habiendo resistido -una vez más- el fisgoneo de los mortales y la estupidez de los milicianos.

Apenas fue liberada del yugo islamista, María Zajárova -ministra de asuntos exteriores de Rusia- anunció que se presentaría a la UNESCO un proyecto de reconstrucción de Palmira. El entusiasmo por la liberación y potencial reconstrucción de aquel enclave arqueológico de 4000 años no fue compartido por el Consejo de Seguridad de la ONU que vetó el proyecto, razón que motivó a Zajárova a declarar que "ellos (los estados Occidentales) no están interesados en el proceso de liberación de Siria de los terroristas, ni en la promoción del proceso de paz en estas tierras. Ni siquiera en los valores culturales, ni en mucho de aquello que declaran habitualmente. Detrás de todo hay exclusivamente un interés geopolítico suyo"

Felizmente, la llamada de la UNESCO fue replicada por el presidente Vladimir Putin que prometió ayuda económica en la reconstrucción de los monumentos y del ministro de asuntos exteriores de Italia, Paolo Gentolini quien firmó un memorando que prevé la posibilidad de afianzar el contingente italiano en Unite4Heritage ("Unir el Patrimonio"), iniciativa también llamada "los cascos azules de la cultura" cuya función será cumplir in situ las obras de salvaguarda y reconstrucción de Palmira, comenzando por desactivar minas anti-personales sembradas por Dáesh  en la circunscripción. 

Las labores de reedificación en Palmira llevarán al menos cinco años según el juicio de los expertos, complicando aún más la tragedia el hecho de que muchas estatuas y fragmentos fueron comerciadas vía mercado negro por miembros de Dáesh hacia Estados Unidos y Europa, con el fin de ornamentar la colección privada de los más pudientes anticuarios. 

Cabe preguntarse hasta qué límites la agobiante apatía del ser contemporáneo, nuestro materialismo febril, nuestra cabal ignorancia y   nulo respeto por nuestra propia herencia -que es huella perenne entre la cosmovisión de nuestros antepasados y el porvenir de nuestros descendientes- es responsable por llevarnos a este tan dramático estadio del kali-iuga, donde quienes optamos por el silencio seguimos impávidos e indolentes frente a los sufrimientos de la guerra y de brazos cruzados ante ultraje de la historia, otros: los terroristas, tienen el descaro de destruir "monumentos infieles" dado que su incultura apenas difiere de los animales, mientras los "cultos", los "ricos" y los "poderosos" que a la sazón son nuestras clases gobernantes, continúan beneficiándose de la infamia, arrasando y adueñándose de tesoros que son legado de toda la humanidad. Ayer fue el patrimonio de Iraq, hoy el de Siria, ¿que vendrá mañana?.

viernes, 1 de abril de 2016

El Hombre que Viajaba al Sol, una novela existencialista de Aldo Torres Baeza

Igor es un vagabundo, también es el silencioso y confuso protagonista de esta novela. Sigue al sol mientras arroja semilas. Espera el día en que los árboles arrasen con el barro y el silencio al ruido.

Mientras camina detrás del sol, Igor va anotando en su libreta lo que vive día a día; quiere escribir una novela para así "combatir el olvido". Pero le falta el personaje. Es entonces cuando se encuentra con un tipo llamado Escorpión -al igual que su constelación preferida-, con él establecerá una relación de compañeros de búsqueda, pues también este aspira a componer una novela. Todo esto los conducirá a un lugar donde se cuestionan si son seres reales o cada uno es inventado por el otro. Como espejos, como realidades sobrepuestas. Llegarán hasta la Gran Mente Universal, donde habitan los personajes de todas las novelas, donde se almacena la imaginación del mundo.

El problema planteado gira en torno a la lucha entre la realidad y la ficción de nuestra existencia: ¿Qué es real? ¿Qué es imaginado? ¿Quién imagina a quién?

La novela se ordena en un entorno representado por las cuatro estaciones del año, orden que, personas o personajes, no podrán eludir.

A partir de esta sinopsis se nos presenta el prodigioso libro de mi amigo y colega Aldo Torres, un ingreso al laberinto dickiano donde no sólo se cuestiona la dimensión ontológica de la realidad. El peregrinar del protagonista: Igor, encarna ante todo un duro cuestionamiento a la enajenada sociedad de consumo que nos engulle, una que olvidó hace mucho que la materia es manifestación del espíritu y no su cárcel; en efecto Igor no es un vagabundo cualquiera sino más bien un silencioso anarquista o un revolucionario que por libre elección decide vivir al margen de la engañosa escenografía colectiva en la que el hombre común se encuentra sumergido, para recorrer las calles de una ciudad interior, mágica y oculta a los ojos sin alma. 

Silente compañía de Igor es su fiel perro OM y las pocas (o suficientes) posesiones materiales que tira en un carrito de supermercado al estilo del mítico José Pizarro (El "Divino Anticristo" del Barrio Lastarria). Mientras recorre las atribuladas calles de una ciudad cualquiera, Igor realiza anotaciones en un cuadernillo con el fin de escribir una novela y a la vez arroja semillas para que la verdadera vida vuelva a brotar de la tierra y gane espacios a esta prisión plástica de los sueños materiales, es en estas circunstancias cuando se ve enfrentado a la persecución de dos curiosos personajes: un psicólogo y un evangelista, cada cual cegado "experto" en su materia -como todo ser humano en el estadio infantil de la existencia- ellos creen tener "la respuesta" para iluminar al "descarriado" Igor, sin percatar que este en su soledad y aparente "locura" es un hombre pleno y libre, refugiado en un mundo interior magnífico, cargado de símbolos y abstracciones filosóficas.

Similar al encuentro de Rumi con su maestro, el trashumante Shams i-Tabrizi, Igor se encuentra cierto día con Escorpión, un sujeto al que ha creado o viceversa, pero que finalmente resulta ser el personaje de la gran novela que pretende escribir: una donde los árboles poseen almas humanas que nos vigilan, donde el materialismo pierde sustancia para finalmente verse diluido en la manifestación de la Gran Mente Universal: caudal de las ideas, el mundo inteligible de Platón o el Idios-Kosmos de Philip K. Dick; la realidad última.

El Hombre que Viajaba al Sol es mucho más que una simple novela, es también un tratado filosófico y una genial crítica al "siglo de las apariencias" diseñado por la visión erudita de un gran escritor, fogueado lector y analista social/político. Es para mí un orgullo comentar esta hermosa obra de un buen amigo, lanzada recientemente el pasado miércoles 23 de marzo en el auditorio IDEA de la Universidad de Santiago. Desde una simpleza muy bien trabajada y estudiada, pienso que esta novela -que es desde luego un gran aporte a las letras nacionales- posee todos los elementos para ser asignada como material educativo en los colegios. El Hombre que Viajaba al Sol recuerda el contenido y belleza de obras tan relevantes como "El Principito", "El Socio" o "Ami, el niño de las estrellas". Un escrito notable, disponible ya a la venta en Feria Chilena del Libro.