martes, 19 de abril de 2016

El legado de Aylwin


19 de abril de 2016 es un día que se inscribe con tribulación en nuestra historia. Hoy partió un gran hombre, primer Presidente de la República de Chile desde el retorno a la democracia el año 1990, un político de vieja estofa, de los muchos -tiempo ya en retirada- que emprendieron dilatado camino hacia el porvenir del país, impulsados por fundamentos valóricos que no pactan con el utilitarismo ni con la visión tan desdichada de la realpolitik. 

Miembro y Presidente de la Falange Nacional que fue la génesis de la Democracia Cristiana en Chile, don Patricio Aylwin Azócar formó parte en un bastión de jóvenes católicos que entre los años '40 y '50 del siglo XX ciñeron el mensaje del padre Alberto Hurtado, bregando por un Chile justo, emprendedor, fraternal y capaz de sobreponerse a la pobreza. Abogado de profesión al igual que otras luces falangistas como Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic y Rafael Agustín Gumucio -todos vástagos de las clases acomodadas o de nuestra trasnochada aristocracia, aunque tremendamente inconformes con la molicie de sus ascendientes liberales, conservadores y radicales- Patricio Aylwin se convirtió en portavoz de una generación visionaria que decidió desvincularse de las élites para horadar vedados espacios de participación e inclusión que permitirían emprender de una vez por todas la evolución política de Chile.

A lo largo de sus siete décadas de actividad política, Don Patricio Aylwin emprendió varias veces el cometido de democratizar a Chile, siendo el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) y el Gobierno Militar (1973-1990) las bardas más duras que debió sortear en su carrera política. Y aunque la historia no haga cuenta de ello abiertamente, se sabe que en su posición de influyente tanto en la Democracia Cristiana como en la política nacional, Aylwin Azócar apoyó sutilmente el golpe de Estado, esto a raíz de las vejaciones constitucionales que hicieron peligrar la continuidad democrática. Indudablemente el clavo sacó una espina, pues como muchos tal vez no previó que los militares se entronarían durante diecisiete años en el poder, liquidando la constitución política (de 1925), erradicando la democracia, instaurando el terror y gobernando a fuerza de decretos.

Siempre fiel a sus principios, lideró durante aquellos diecisiete años la oposición a la dictadura, de la mano de la Iglesia Católica y los movimientos sociales, fue desde luego el candidato indiscutible para presentarse a la candidatura presidencial del año 1989, corolario del plebiscito del año anterior que desembocó en una aplastante victoria para la Concertación de Partidos por el NO, la cual aglutinó fuerzas que iban desde miembros moderados del partido comunista, socialistas, radicales y democristianos a añosos cofrades del Partido Conservador, desencantados con las políticas neoliberales del Gobierno Militar.
  
Patricio Aylwin y su mujer celebrando el retorno de la democracia (año 1990).

Como primer Presidente -democráticamente electo- desde el año 1970, Aylwin Azócar continúo trabajando duro por la consolidación democrática y la sujeción del proyecto social-cristiano en Chile. La prepotencia de los militares (que se manifestó crítica en coyunturas como el "Boinazo" de 1993) y la implacabilidad del sistema económico -instaurado a modo de experimento en el país por la escuela de Chicago en los años '80- fueron sus más hostiles obstáculos, que fue acomodando tenazmente en base a su precedencia por la transigencia y el diálogo. A los militares los regresó al cuartel y al modelo económico instauró candados y engranajes que permitían espacios al asistencialismo, al punto que el nuevo modelo económico: de "Economía Social de Mercado" se convirtió en objeto de estudio para la Ciencia Política y en referente para las economías emergentes.

Doctor Honoris Causa de quince universidades (siete chilenas) y Presidente de la Democracia Cristiana en siete oportunidades -con una valía distinta desde luego a la de delincuentes como Jorge Pizarro o Gutemberg Martínez- durante sus cuatro años de gobierno como titular del nuevo Chile (1990 a 1994) Patricio Aylwin avanzó grandes pasos y ciertamente reculó en algunos, el más reprochable quizás: la negociación con sabor a derrota en el litigio de los Campos de Hielo Sur con la Argentina, país que aprovechó la difícil coyuntura nacional para elevar sus demandas y sacarlas victorioso. Sin embargo -concluyamos objetivamente- Don Patricio Aylwin sumó muchos más triunfos que fracasos, sembrando un camino de optimismo y progreso para una sociedad que a veintiséis años de haber recuperado la democracia, sigue sorteando los mismos baches en su tranco hacia la equidad y el desarrollo, pero con mejores y más sofisticadas herramientas.

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