miércoles, 10 de julio de 2024

El jaque mate de Vladimir Putin


En menos de dos meses el mandatario ruso se reunió con cuatro gobernantes de países asiáticos: el presidente Tô Lâm de Vietnam, el primer ministro de Xi Jinping de China, el líder supremo Kim Jong-un de Corea del Norte y el presidente Narendra Modi de India; así mismo el pasado 5 de julio se reunió con el premier húngaro Viktor Orban y en la misma semana en ocasión de la 24ava Cumbre de Shanghái entabló una conversación cercana con el presidente turco Recep Erdoğan, todo  con el fin de fortalecer lazos estratégicos y de cooperación (energía, comercio, seguridad, industria, tecnología, entre otros), romper el cerco de la OTAN a las puertas de la UE y respaldar una propuesta de paz para dar término al conflicto ruso-ucraniano.

Para ciertos observadores occidentales, estos acercamientos diplomáticos traslucen la desesperación de Putin por romper el aislamiento internacional propiciado por "la cuestión de Ucrania" y de paso revivir la impronta de la Rusia soviética como portavoz del bloque euroasiático y -en cierto modo- hasta de la doctrina del marxismo, como contracorriente al euro-atlantismo dominante en las RR.II.. Una visión, desde luego sesgada y anacrónica, no sólo por el hecho de que tres de los mandatarios con los que se citó, son nacionalistas conservadores (Modi, Orban y Erdoğan) además del propio Putin, sino también por el hecho de que China, Vietnam y Corea del norte si bien continúan ligadas al régimen comunista, lo abordan desde estructuras socio-político-económicas divergentes e incluso antagónicas. Y no es correcto hablar ya de aislamiento, en tiempos en que Rusia consolida tenazmente sus relaciones en Asia y América Latina y ha abierto el espectro diplomático a múltiples países y ex colonias africanas, en desmedro de Europa, principalmente Francia.

Tal como sugiere el sagaz periodista y analista internacional carioca Pepe Escobar, la estrategia de Putin mucho más que un simple acto de resistencia mediatizado, consagra la credibilidad del sistema de seguridad pan-euroasiático, basado en reglas y que a ojos de los pragmáticos es mucho más razonable que la beligerencia constante, ofertada por el bloque euroatlántico (OTAN) que ha hecho de Ucrania un Estado fallido (dominado nominalmente por neonazis bajo las órdenes de un comediante judío, una real tragicomedia), paraíso para los fabricantes de armas como también para grandes cárteles que se han llenado los bolsillos -facilitados en el caos- los ilícitos más rentables como son la trata de blancas, el tráfico de migrantes y de drogas. Todo financiado por el G-7, cuya exfoliación de los impuestos se concretó en un foco de inestabilidad en el limen fronterizo de la Unión Europea, en el enriquecimiento desmedido de los burócratas ucranianos, en el encarecimiento de los recursos básicos y en privarse de la energía a bajo costo ofrecida antaño por Rusia, que en dos años logró instalar su excedente en mercados igual o más lucrativos.

El jaque mate que está propiciando Putin a Occidente culmina una jugada escalonada a lo largo de varias décadas, superada la caída de la Unión Soviética, la era de la vergüenza (administración Yeltsin) y los primeros años de gobierno del propio Vladimir Putin, marcados por vacuos intentos de acercarse al bloque occidental y a la por entonces incipiente UE, sumando a lo anterior las arbitrarias sanciones económicas y la conflagración con Ucrania, presionada por los intereses geopolíticos de EE.UU. encubiertos en la OTAN. Es la imagen de una Rusia fortalecida, que vuelve a ser actor fundamental de la política global: principal proveedor de equipamiento militar y tecnologías de exploración petrolera (en el caso de Vietnam), aliado en defensa mutua y cooperación técnico-militar (Corea del Norte, Turquía), lucha contra el terrorismo (Turquía), el comercio de gas y petróleo (China, India), construcción de reactores y centrales nucleares (India), desdolarización (China, India, Turquía) y convergencia de criterios diplomáticos (Hungría, Turquía, China) respecto a la potencial membresía de Ucrania en la OTAN, así como rechazo de los 10 puntos propuestos por Kiev para cimentar la paz.

Un nuevo orden mundial verdaderamente multilateral se abre ante nuestros ojos, donde buena parte de las desacreditadas organizaciones internacionales serán barridas por plataformas intergubernamentales, mucho más funcionales al desarrollo igualitario de los países que las que hasta ahora sólo han mantenido inalterable la relación centro-periferia. La Rusia de Vladimir Putin es responsable de propulsar gran parte de ellas (BRICS, Unión Económica Euroasiática, OCS, CSTO, ASEAN+3), sorteando el chantaje de un conglomerado de países, manipulados por EE.UU. que bajo la fachada de un falso pluralismo encarnan los peores vicios de Occidente. Está por verse, cuánto podría pesar sobre la balanza la llegada de Donald Trump al poder en 2025, que al parecer del excelso filósofo moscovita Alexandr Dugin -en contraposición a Biden y los nefastos demócratas- favorecería la multipolaridad.

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