domingo, 27 de diciembre de 2020

Inversiones chinas en Chile: ¿reciprocidad o colonialismo económico?


Polémica suscitó hace unas semanas la noticia sobre la compra y traspaso de propiedad de la mayor empresa eléctrica del país CGE, desde la firma española Naturgy a la estatal china State Grid. Muestras de un nacionalismo inusitado se hicieron notar desde la cloaca de las redes sociales que es Twitter a arbitrajes periodísticos y columnas querellantes como la de Daniel Matamala, dejando entrever un potencial peligro en las inversiones del gigante asiático en nuestro país, lo cual resulta bastante paradójico considerando el hecho de que la Central General de Energía (CGE) surgida ya como iniciativa privada hacia el año 1905, es desde hace años una transnacional en poder de capitalistas extranjeros y que la otra gran empresa de energía: ENEL, es un holding de origen italiano; entre ambas firmas se reparten la distribución de cerca del 90% de la energía del país. 

De modo que no habiendo existido noción estratégica alguna respecto de esta industria en el país, la naturaleza de la mayoría de clamores y alegatos cae en una evidente inconsecuencia e ilustran un claro sesgo sinofóbico. 

¿Qué hace distinto al inversor chino respecto del europeo o del norteamericano?, en primera instancia que no se trata de operaciones de empresas privadas que expanden su dominio a otros países, sino del propio Estado chino maniobrando en el espacio global-capitalista, lo cual resulta intolerable para muchos acérrimos del neoliberalismo que conceptúan el modelo como el empuje de la iniciativa privada por sobre el aliento público/estatal, incluso si esto implica dejar el propio país a merced de las transnacionales (como de hecho ha ocurrido en Chile, donde -a modo de ejemplo- el Magisterio de Ontario llegó a ser dueño del 41% de los servicios sanitarios del país). Ergo, el riesgo de que las principales empresas y recursos de los países sean absorbidos y monopolizados por potencias extranjeras precede al súbito crecimiento de la economía china, siendo definitivamente una condición inexpugnable del modelo neoliberal, formulado en su origen como garante de la unipolaridad económica de Estados Unidos. 

La agudeza del “milagro chino” estuvo en canalizar a su favor las condiciones dadas, descollando en espacio de pocas décadas de país maquilador de bajo costo a un competidor altamente tecnificado, llamado a liderar la cadena de suministro planetaria, a multiplicar patentes en lograr de importarlas, logrando posicionar 124 de las 500 empresas rankeadas en Fortune Global 500, tres más que Estados Unidos. La China que compra e invierte en todo el mundo (desde empresas extractivas, manufactureras y startup tecnológicas al rubro turístico e inmobiliario), que es titular de cerca de la mitad de la deuda externa de EE.UU, que genera tecnología de punta y está a caballo en la competencia por el 5G fue por 20 siglos el más inacabable de los imperios y civilizaciones, que comenzó a declinar precisamente en los mismos años en que el imperialismo mercantilista europeo expandía sus garras, viéndose sometida a las correrías de los británicos que compelieron algunos de los episodios más traumáticos en la historia moderna de ese país, desencadenando las Guerras del Opio (1856-1860) y la consecuente Rebelión de los Boxers (1898-1901). 

A la llamada “era de la humillación” es natural que los chinos antepongan “el milagro” que no es más que el revenir de su histórica grandeza, una revancha en toda regla que recuerda al “milagro japonés” tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial y réprobo ataque nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki, aunque a diferencia de Japón que se reinventó y alineó en todo con el atlantismo, en el caso de China en cien años no han abandonando las directrices del comunismo y el enfoque Estado-céntrico, llevándolo a un siguiente nivel, inimaginado incluso por el marxismo. Pero más allá de los réditos de la inusitada fusión entre capitalismo y comunismo, el verdadero plus de China es haber equilibrado como ningún otro país tradición y modernidad, logro favorecido sin duda por la gloriosa ética confucionista que exhorta a evolucionar desde la experiencia.

Por el momento, la alocución de Xi Jinping en favor del mutilateralismo genera mucha más confianza que los peligrosos aspavientos del llamado “Siglo Americano” y lo evidente es que China -a diferencia de Estados Unidos- no nos ha impuesto ni golpes de Estado ni Consenso de Washigton ni invasiones a saco para someternos a un modelo. El gran pecado que EE.UU. y buena parte de los países desarrollados no perdona a China es haber saltado de la periferia al centro y bajo sus mismas reglas, invirtiendo la ecuación de dependencia económica y productiva, he allí el origen del actual proceso de “desacoplamiento” en el que estuvimos inmersos todo este 2020, bajo la ostensible fachada de una pandemia, curiosamente no mucho más letal que la influenza. 

De la mano de China, se abre un amplio abanico de posibilidades en el comercio internacional para Chile, en constante incremento desde la firma del TLC del año 2002. No sólo se trata del principal mercado receptor de nuestro cobre (la existencia de una oficina subsidiaria de CODELCO en Shanghái habla por sí sola), sino también de la principal puerta de entrada a la agroindustria, frutícolas, salmoneras, celulosa, hierro, metales blandos e industrias no convencionales al expansivo mercado del Asia Pacífico que en menos de una década desplazará por completo la preminencia económica del Atlántico, de la mano de grandes alianzas económicas y proyectos de conectividad e infraestructura continental e intercontinental como serán el RCEP y la Iniciativa de la Franja y Ruta de la Seda (OBOR). Mientras tanto el gigante asiático demuestra interés no sólo en nuestra producción mineralógica y energética, también lo hace en el área de los servicios, construcción, concesión de autopistas y renovación ferroviaria, entre otros, frente a lo cual el Estado chileno no puede limitarse ya a un rol de arbitraje o fiscalizador, las demandas ciudadanas -que con toda seguridad se verán plasmadas en un futura Constitución- exigen una mayor implicancia para impeler los beneficios económicos a todo el conjunto societal. 

Para finalizar, ilustro con las declaraciones del ex Embajador de Chile en China y la India, actual profesor de RREE de la Universidad de Boston, Jorge Heine: “Siempre se dijo que la baja inversión china en Chile no guardaba proporción con el alto intercambio comercial y ahora algunos políticos sostienen lo contrario: que por tener tanto comercio, no se debe permitir tanta inversión china. ¿Quién los entiende?”. Transversal a todos los gobiernos desde el retorno a la democracia, ha sido un objetivo de la diplomacia chilena captar la atención de China y estrechar alianzas mercantiles y geoeconómicas, y es precisamente ahora que tenemos una oportunidad de oro de subirnos a los hombros del gigante.

martes, 15 de diciembre de 2020

Transparentarse o morir

El segundo retiro del 10% polarizó aún más las mermadas voluntades políticas del país. En opinión de algunos sectores más allegados a la centro-derecha, es el futuro y sobrevivencia del sistema de capitalización individual el que ha sido vulnerado, mientras la centro-izquierda defiende que la justificación de un segundo retiro está a la vista: quiebra de PYMES, destrucción de múltiples plazas de trabajo y masiva pérdida de empleos tras los eventos de octubre y post pandemia, sumado a políticas asistenciales y medidas de urgencia en apariencia deficientes por parte del gobierno. 

De uno y otro lado de la trinchera política ambos argumentos llevan razón, aunque es del todo evidente también que son trascendidos por una refriega mucho más arcaica y espinosa, que en términos muy simplistas se podría sintetizar en la tenaz desavenencia entre los partidarios del laizzes faire y los apologistas del Estado; dicha diferencia que por décadas se creyó zanjada tras el retorno a la democracia y la matización del modelo económico neoliberal hacia la llamada “Economía Social de Mercado”, hoy vuelve a la palestra exacerbada por los albures a los que hemos debido amoldarnos este 2020. En definitiva: mientras el gobierno hace lo posible por mantener en vigencia y salud al sistema de AFP, ciertos sectores de oposición (naturalmente no todos) dieron con el salvoconducto que les permitiría al fin derribarlo, para imponer en su lugar un malogrado sistema de reparto. 

La experiencia de países desarrollados con ejemplares sistemas previsionales (caso de Holanda, Dinamarca y Australia) demuestra que ni la capitalización individual ni el reparto bastan por sí solos y que todo sistema previsional en forma, resulta en una mixtura de aportes estatales (pensión básica general), privados (parte del sueldo imponible aportado por los empleadores) e individuales (consistentes en una capitalización voluntaria) que no es del todo desemejante a la orientación que propone la tercera reforma de pensiones del año 2019. Sin embargo la desconfianza frente al sistema de AFP está hace tiempo instalada y en nada ayuda el hermetismo de las inversiones que estas realizan o su funcionabilidad de caja negra, como tampoco el copioso historial de connotados políticos -y sus correspondientes operadores- que han transitado durante décadas entre el parlamento y los altos cargos directivos de las administradoras, amarrando el sistema y germinando la clásica formula neoliberal de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, esto último facilitado por polémicas reformas consumadas durante los gobiernos concertacionistas, como la de permitir rentabilidades negativas que en definitiva facilitó a las AFP generar pérdidas (o lo que es lo mismo: invertir mal) traspasando el riesgo y esas pérdidas a los cotizantes. 

El colmo de las abstracciones del sistema serían las supuestas “triangulaciones”, como la denunciada recientemente por el economista Gino Lorenzini de Felices y Forrados, denuncia de que envuelve directamente al Presidente de la República en la maraña de nexos e inversiones liosas generadas en torno a las administradoras. Años atrás se acusó de triangulación al primogénito del clan y creador de las AFP: José Piñera, pero esta vez los dardos caen más cerca de la familia nuclear del Presidente, dada su relación con la administradora de fondos Moneda Asset: empresa que maneja su fideicomiso ciego, hoy investigada por una supuesta triangulación con AFP Hábitat, a ello se suma el caso de Volcom, administradora de fondos creada en sociedad el año 2015 por Sebastián Piñera Morel (hijo del Presidente) y Felipe Larraín Aninat (hermano del Gerente General de la Asociación de AFP), que fue puesta en la palestra por Lorenzini, quien inquiere que a pesar de ser un emprendimiento novel y sin calificación de riesgo, logró percibir millonarias inversiones de cinco grandes como Hábitat, Cúprum, Provida, Capital y PlanVital, y lo aún más grave: pese a generar en un solo día pérdidas por sobre los 120 millones de dólares, al mes siguiente continuó recibiendo inversiones de estas mismas AFP. 

Lo arriba expuesto es hoy materia de investigación, razón por la cual no es posible adelantar juicios, sin embargo como señalé anteriormente, la sospecha contra el actual sistema previsional está hace tiempo instalada y es difícil ya revertirla. A la presión por las pensiones bajas (generalmente asociadas a bajos ingresos y lagunas en las cotizaciones) se suma la sospecha orgánica por mal manejo y la captura política que habría convertido un sistema medianamente eficiente en una red de amiguismo, círculos de negocio y cleptocracia, todo lo cual se torna mucho más emético cuando se cae en la cuenta de que el dinero especulado sale mes a mes de nuestras billeteras, de las renuncias de consumo de los adultos mayores y de la esperanza de millones de chilenos que casi sin cuestionárselo cedieron parte de sus ingresos (que bien pudieron administrar ellos mismos) a una institucionalidad respaldada por el Estado en pro de una jubilación digna. Volviendo al inicio: el primer y segundo retiro del 10% es un golpe bajo a la estabilidad de un sistema que aún más amañado en tiempos de democracia perdió gran parte de soporte y credibilidad. En los últimos treinta años las AFP compraron complicidades del Estado vía articulación de operadores políticos y enroque de diputados, seremis y ministros entre la esfera pública y la alta dirección de las administradoras. 

Sin duda, la merma en la liquidez de las AFP debido al retiro masivo de ambos 10% afectará directamente el caudal de las inversiones generando menores retornos por cartera que en el mediano plazo sólo perjudicará a los cotizantes, sin contar el hecho de que quienes hicieron el retiro en alguna o en ambas oportunidades deberán considerar formas anexas de ahorro (como invertir en una APV) para que su decisión del presente no se pan para hoy y hambre para mañana. Los efectos inflacionarios que pueda generar sobre la economía el repentino incremento de circulante, están aún por verse, lo claro es que esta derrota flagrante de las AFP (y de rebote de todos los cotizantes) es considerada como un triunfo pírrico por una izquierda populista que busca desmontar el modelo hasta de las formas más heterodoxas, aprovechando la dura coyuntura, aunque ha sido también la política en términos generales la que ha venido corrompiéndolo desde hace décadas. De esta manera al actual sistema previsional le restan sólo dos opciones de cara al nuevo Chile que se comenzó a construir desde el plebiscito: transperantarse o morir.