A 188 años de su nacimiento, la figura de Jules Gabriel Verne Allote de la Fuÿe sigue impresionando a sus sempiternos lectores, que a lo largo de muchas generaciones se han dejado llevar por el narrador en un viaje histórico e iniciático sea por los aires (Cinco Semanas en el Globo, 1863), la profundidad de los océanos (Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, 1870), la sima de la tierra (Viaje al Centro de la Tierra, 1864) o hacia nuestro brillante satélite (De la Tierra a la Luna, 1872). Y es que la colección de "viajes extraordinarios" a los que el francés dio vida hace dos siglos, son una entelequia que no puede faltar en ningún hogar que se jacte de erudición.
Cuán ignorantes son aquellos que continúan acatando a la "imaginación" y el "misterio" ser las principales fuentes de las obras de Verne, nada de eso. Detrás de la prolífica obra del genio nantés corrió ante todo un riguroso trabajo de investigación y documentación, que sumado a su pasión por el mar, los viajes, el teatro, las letras, el conocimiento científico, la admiración por la técnica y el aprecio por culturas foráneas, fue el combustible necesario para notificar al vulgo de la época (desde el campo de una ciencia ficción dudosa) de una serie de adelantos técnicos sobre los cuales el colectivo de ingenio inglés, francés, alemán y norteamericano ya estaba trabajando. El "misterio" envuelve y anima también todos los detalles importantes de su obra, tales como nombres, criptogramas, números cabalísticos y referencias al conocimiento esotérico, y es que cualquiera que tenga acceso a simples pinceladas del mismo podrá adivinar en la figura del Capitán Nemo (y personajes afines de otras obras) un arquetipo salomónico, símil de Venerable Maestro :. y en la tripulación del Nautilus a los integrantes de una logia.
Los viajes extraordinarios
El amor por la patria, la austeridad, el trabajo duro, la bravura y entrega a fines altruistas son desde luego los principales valores que definieron a los héroes de sus novelas y al espíritu (romántico) de su época, aportando un matiz didáctico del cual tristemente hemos dejado de aprender nosotros. Cuál Cristo o Buda de la era científica Phileas Fogg o el Capitán Nemo encarnaron el ideal del noble justiciero y pese a tratarse de hombres extravagantes, abatidos y solitarios -como el propio Verne- emplearon sus riquezas y talentos renacentistas en lealtad a sus camaradas y en favor de los desposeídos y oprimidos. Más sacrificado incluso que los anteriores, el sagaz Miguel Strogoff debió cargar una pesada cruz sobrellevando todas las fatigas y pesadumbres imaginables en un viaje iniciático "de la oscuridad a la luz" y de occidente a oriente. Desde luego, muy por sobre la frivolidad de las innovaciones técnicas y más allá de la aguda y científicamente documentada descripción de contextos y geografía que circundaba a sus personajes, la obra verniana es ante todo una grafía política, una oda a la humanidad y una exhortación a la filantropía.
Julio Verne, quien se autodefinió como "el más desconocido de los hombres", fue - a mi parecer- una luminaria propia de su tiempo y de su tierra, admirador y estudioso de los progresos del tórrido occidente de su época, que por entonces intentaba converger alquimia (misterio, esoterismo) y ciencia en su empuje civilizatorio. No en vano en la porción del mágico siglo XIX en que le tocó nacer, nacía junto con él -de la mano de su compatriota Allan Kardec- la ciencia mistérica del espiritismo, empleando médiums y Ouija para conectar el mundo material con el intangible; así mismo en los años en que Verne inició su serie de viajes extraordinarios, nacía en Croacia Nikola Tesla, el impar genio que desde una posición frugal llevaría a la práctica una serie de progresos e inventos basados en el electro-magnetismo, de los cuales se desprende toda nuestra modernidad tecnológica. Inventos tan extraordinarios que ni en el propio Verne lograría imaginar o más bien adelantar, al menos eso se pensaba hasta 1994, año de publicación de la obra póstuma y oculta: Paris en el Siglo XX, que vaticinó entre otras cosas la llegada de Internet.
Tumba de Julio Verne en la ciudad de Amiens. Adornada de referencias rosacruces, representa la esperanza del renacer.