martes, 13 de mayo de 2025

El enigma de los sardos

 

Mucho se ha publicado en los últimos años sobre la excepcional longevidad de los sardos, comunidad de la Italia insular, que capta la atención mundial debido a su alta concentración de población centenaria y al promedio de vida por sobre los 83 años, hecho que contrasta con el contexto mundial, marcado por el aumento de enfermedades cardíacas y trastornos alimentarios. El secreto de los sardos radica en las bondades de la dieta mediterránea de cultivo propio y sin preservantes, destacando el consumo de productos frescos o producidos artesanalmente: leche, quesos, frutas, verduras, legumbres, pescado, aceite de oliva y vino tinto, fuente de nutrientes, antioxidantes y grasas saludables que protegen el corazón y reducen riesgo de cánceres. El estilo de vida activo, inalterado a lo largo de los siglos, con caminatas diarias prolongadas por terrenos montañosos (lo que hoy llamamos trekking) y una fuerte cohesión social, profundizadas en redes familiares y comunitarias, fomentan el bienestar emocional y complementan la fórmula del buen vivir de las gentes de Cerdeña.

El enigma de los sardos, sin embargo, no se limita exclusivamente a los beneficios de la vida comunitaria, de la actividad física o la alimentación saludable, el propio origen de esta nación (distinta al conjunto de italianos) y que ha variado levemente desde los primeros ancestros neolíticos, hunde raíces en las profundas brumas de la historia europea y mediterránea, siendo la temprana civilización nurágica (1800 al 1100 a.C.) una de las más prolíficas y asombrosas del periodo megalítico, dejando vestigios por toda la isla en sus extensos 24.000 km² (la segunda mayor del Mediterráneo, detrás de Sicilia) en las más de 7.000 colosales torres de piedra de -en promedio- 20 metros de altura, construidas sin mortero y con piedras de hasta 30 toneladas: las famosas nuragas, utilizadas para fines rituales, funerarios, agrícolas, astronómicos y sociales, erigidas en perfecta alineación con la salida y el ocaso del sol durante los solsticios de invierno y verano, un prodigio astronómico que refleja los avanzados conocimientos de ingeniería y organización comunitaria en la Cerdeña pre-romana, fuertemente vinculada con el enigma y los constructores de Stonehenge (Inglaterra), del asentamiento de Çatalhöyük (Turquía) o los templos de Ġgantija y Mnajdra en Malta.

Nuraga de Isili, localidad al sur de Cerdeña.

En efecto, los sardos, si bien romanizados/latinizados desde el siglo III a.C. e italianizados en el siglo XVIII por la Casa de Saboya (Piamonte), poseen una identidad étnica y cultural ancestral distinta al resto de italianos, siendo al día de hoy la población europea más cercana genéticamente a los primeros agricultores neolíticos, provenientes de Anatolia (región central de la actual Turquía) que arribaron a la isla hacia el 6.000 a.C., una contribución genética relevante y considerablemente superior a la del resto de poblaciones euroasiáticas (78% aprox. del ADN sardo versus el 52% en italianos, 52% en españoles, 56% en vascos, 54% en griegos, 62% en albaneses, 48% en búlgaros, 47% en franceses, 45% en ingleses, 40% en alemanes, 33% en suecos, 40% en irlandeses, 38% en turcos, 28% en ucranianos, 19% en iraníes, 40% en sirios/libaneses y 46% en judíos askenazíes, según los más recientes estudios), producto del relativo aislamiento geográfico y particular topografía de la isla, hecho que limitó los influjos genéticos de otras naciones, pese a que Cerdeña fue siempre partícipe en los eventos civilizatorios del Mediterráneo: tuvieron contacto cultural y dominio político sobre ella fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, bizantinos, sarracenos (musulmanes), genoveses, la Corona Española, la Casa de Saboya y el Reino de Italia.

Familia, cultura, religión, oficio, espiritualidad, folclore, alimentación sana, sustentabilidad, tranquilidad, contemplación, paz mental, orden, felicidad, labranza, amistad, empatía, buena vida y buena mesa son cualidades venerables que marcan el día a día del común de los sardos, prolongando a conciencia el legado ancestral de los primeros agricultores europeos: astrónomos, médicos, naturalistas y magos, buenos conocedores de los ciclos astrales, ecológicos y humanos. Una cultura y cosmovisión arraigada en la armonía con la naturaleza, la comunidad y las tradiciones, que durante milenios forjó una pétrea estabilidad, adaptándose a los cambios epocales. Tal como describiera hace más de un siglo el novelista británico D.H. Lawrence, quien dedicara una obra completa a la isla: "Aquella tierra no se asemeja a ningún otro lugar. Cerdeña es algo diferente. Espacios encantadores y distancias por recorrer; nada terminado, nada definitivo. Es como la propia libertad", el enigma de los sardos conecta con los orígenes austeros de Europa y retrotrae al encanto original de la humanidad civilizada.

Mujeres locales vestidas con el tradicional gonnellino sardo.

viernes, 2 de mayo de 2025

La virtud del orden


Sostuvo el pensador chino Mencio hacia el siglo tercero antes de Cristo que "el orden del mundo comienza con por orden de las familias y el orden de las familias comienza por el orden de uno mismo", una invitación a la autodisciplina y la estructura que resuena con otras como "quien no ordena su alma con virtud y conocimiento, no puede ordenar su hogar, y sin un hogar ordenado, la comunidad cae en desorden." (Al-Ghazali) o "la rectitud del hombre en su interior establece la justicia en su familia, y la justicia en las familias construye la armonía del Estado" (Averroes).

En toda época, la virtud del orden ha sido el cimiento fundamental que sostiene sociedades prósperas y armoniosas. El orden en la Antigua Roma, fue considerado indispensable para mantener el control de las legiones, la organización del imperio, el respeto por la lex y la jerarquía social; cabe recordar que todo soldado era además un ingeniero civil, constructor de campamentos militares, navíos, catapultas, puentes, caminos, calzadas y acueductos, muchos de los cuales se mantienen vigentes hasta hoy en día como testimonio de su alto orden civilizacional. En el antiguo Egipto, la virtud del orden fue encarnada por la diosa Ma'at, representación de la armonía, el equilibrio y la justicia cósmica, principios esenciales a ser replicados en la sociedad y la vida personal, guiando las acciones íntegras del faraón y de los ciudadanos. Su opuesto, Isfet, "el caos", representaba en cambio todo lo despreciable para aquella sociedad: la injusticia, la inmoralidad, el desorden. Vivir según Ma'at aseguraba estabilidad y prosperidad en esta vida y en la otra.

Para el mundo cristiano, el orden es indisociable de Dios, su propia manifestación. Sostuvo San Agustín de Hipona en De Civitate Dei y De Ordine que "todo lo creado tiene un propósito dentro del plan divino"; "el universo está ordenado jerárquicamente: Dios como fuente de todo orden, seguido por los ángeles, los seres humanos y las demás criaturas"; "el pecado introduce el desorden y la gracia divina lo restaura". Aristotélico y escolástico, Santo Tomás de Aquino distinguió entre el orden natural (las leyes cósmicas) y el moral (las acciones humanas orientadas al bien común), menciona también la jerarquía del ser: "desde Dios (el ser perfecto) hasta la materia inanimada, cada ser actúa según su naturaleza para mantener la armonía universal"; "el desorden surge cuando las criaturas se desvían de su fin natural, pero la naturaleza divina siempre dirige todo hacia el bien último".

Reza un viejo dicho alemán que "el orden es la mitad de la vida", "el alma de los negocios" clama la cultura hispánica, que también popularizó la frase: "cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa""Seiri, seiton, seiso, seiketsu, shitsuke" (Clasificar, ordenar, limpiar, estandarizar, disciplinar), es el clásico 5S de la cultura industrial japonesa: visión metodológica que fomenta la organización, la productividad, la eficiencia, la seguridad y la calidad en el buen trabajo. De lo anterior, podemos concluir que el orden es una disposición mental y espiritual, indispensable para orientar y reorientar la vida, trabajar con disciplina, desprenderse de lo innecesario, encontrar el equilibrio y procurar el buen vivir en sociedad y que independiente de las culturas y de las épocas, donde miremos, el orden ha sido destacado como virtud práctica y un hábito vital que cultiva la serenidad y el propósito, es la esencia misma detrás de la belleza, la justicia, la paz, la armonía, la satisfacción y el éxito.

lunes, 21 de abril de 2025

Francisco, el Papa universal

 

Hoy el mundo católico llora la partida de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, último representante de Pedro y Pontifex Máximus de la Iglesia en los últimos 12 años. En un mundo manifiestamente alejado de Dios y donde la preocupación por el prójimo es cada vez más singular, la humanidad y cercanía del Papa Francisco nos remitió fielmente al ministerio de Jesús: su consagración por los pobres y oprimidos del planeta.

Cuatro encíclicas redactadas durante su pontificado, desnudan las preocupaciones y el alma de Francisco: Lumen Fidei (2013) -redactada junto al anterior Papa, Benedicto XVI- explora la importancia de la fe en la existencia humana y su rol frente al relativismo moderno. Laudato Si' (2015), inspirada en el mensaje de San Francisco de Asís, promueve la protección del medio ambiente, la justicia social y la dignidad de los pobres. Fratelli Tutti (2020) se enfoca en la amistad cívica, resaltando valores como el ecumenismo religioso y Dilexit Nos (2024) invita a revalorizar el mensaje de Cristo como fuente de amor y compasión en un mundo marcado por las guerras, las desigualdades económicas y el egoísmo.

Al igual que Cristo, Francisco devolvió la fe a muchos y trajo de vuelta a miles de católicos a su religión (me incluyo entre los últimos), también tuvo numerosos detractores, algunos de los cuales lo tildaron cómiosamente de "Papa socialista", "justicialista/peronista", "populista", "progresista" y hasta "marxista", reflejando en su aguda ignorancia el desconocimiento de la dimensión espiritual del cristianismo, que prevalece sobre todo el conjunto de ideologías laicas y las antecede en no menos de 17 siglos, profundizando en valores como la dignidad humana (el cristianismo surgió de cara a prácticas como la esclavitud, recién abolida hacia los siglos XIX y XX), la libertad, la igualdad, la misericordia, el perdón, la humildad, la justicia, la solidaridad, la esperanza, la paz, la obediencia y el servicio.

Ciertamente, Francisco no tuvo el carisma de Juan Pablo II, pero a diferencia de este estuvo máxime comprometido con limpiar y reformar a la Iglesia Católica de sus vicios morales y estructurales (escándalos sexuales, finanzas vaticanas, reformas doctrinales...) al punto de ganarse cuantiosos enemigos internos como el polémico arzobispo Viganò. Amigo de los humildes, enemigo de las injusticias, defendió hasta el último aliento a Palestina, siendo uno de los pocos gobernantes occidentales en llamar al genocidio de Gaza por su nombre. Futbolero, maradoniano, apasionado por la obra de Borges, Dostoievski y el Martín Fierro de José Hernández, nuestro primer Papa latinoamericano, humano al fin y al cabo. 

Gracias por tanto Papa Francisco!